En el podio del handball moderno hay ahora una frase que suena a realidad: “No le busques tres pies al gato; Dinamarca ya tiene cuatro”. Lo que comenzó como una generación talentosa mutó en un modelo replicable: velocidad, orden y un nervio implacable que, en 2025, le valió a Dinamarca su cuarto título mundial consecutivo. Ese hito —único en la historia del handball masculino— no es solo un trofeo más, es la confirmación de un proyecto que gana con naturalidad.
La final contra Croacia (32–26) mostró lo que el país viene construyendo: un equipo capaz de manejar el juego con paciencia y, cuando hace falta, triturar al rival a pura velocidad. Dinamarca no solo llegó a la gloria; lo hizo ganando todos sus partidos en el torneo y con una diferencia de goles que asusta: su promedio de victoria fue de doble dígito durante el Mundial.
¿Qué hace a Dinamarca distinto?
Dinamarca encontró en el ritmo y la lectura colectiva una de sus mayores fortalezas. El equipo prioriza mover la pelota con rapidez, forzando a que el rival tome decisiones apresuradas y abriendo espacios para convertir errores en contraataques. No se trata solo de correr: la clave está en colocar a los jugadores en los lugares correctos para que la transición ofensiva sea letal.
La defensa danesa también marca la diferencia. No se limita a frenar el avance rival, sino que busca robar balones y orientar el juego hacia donde más le conviene. Esa estructura compacta y perfectamente coordinada obliga al adversario a multiplicar los pases y, con el paso de los minutos, a perder confianza en su propio plan de ataque.
El liderazgo joven completa la fórmula. Mathias Gidsel se consolidó como la gran figura del torneo: máximo goleador y MVP, con la capacidad de anotar desde fuera, asistir con precisión y mantener la calma en los momentos decisivos. Tener a un jugador de su temple reduce la necesidad de recurrir a fórmulas complicadas y le da al equipo un plus que lo mantiene en la cima mundial.

Tácticamente, el seleccionado danés apostó por una mezcla de estructuras clásicas y libertad creativa. Mantiene sistemas fijos en ataque —para no perder orden— pero permite que sus extremos y laterales busquen la ruptura individual cuando detectan ventaja. En defensa, alterna presión alta con repliegues ordenados, obligando al rival a jugar lejos del área y desperdiciar posesiones. En términos simples: controlan el reloj, el espacio y el ánimo del partido.
¿Lo pueden copiar otros? Sí y no. Varias selecciones intentan emular aspectos del modelo danés: mayor énfasis en la formación juvenil, uso intensivo del contraataque y programas de condicionalidad física pensados para sostener un ritmo alto durante 60 minutos. Entrenadores rivales y federaciones estudian cómo Dinamarca combina eficiencia táctica con una cantera que aporta jugadores listos para el salto. Pero replicar un “modelo” exige tiempo, estructura formativa, filosofía y resultados que obliguen a confiar en jóvenes. Y no es solo copiar movimientos: es cambiar la cultura del juego.
Hay, además, una ventaja intangible: Dinamarca administra la presión mejor que la mayoría. Su racha invicta en Mundiales (décadas de consistencia acumulada) convierte cada nuevo partido en continuidad más que en examen, y eso libera de parte de la ansiedad que afecta a equipos que solo cobran confianza con la victoria.
Algunas cifras para entender la dimensión: Dinamarca ganó todos los partidos del torneo 2025, extendió su racha sin derrota a más de 30 encuentros en Mundiales y cerró la final con un margen claro (32–26). Mathias Gidsel terminó como máximo goleador con más de 70 goles y fue elegido MVP del campeonato —datos que resumen la diferencia entre un equipo que compite y otro que impone.
¿Qué significa esto para el handball global? Que estamos ante una era danesa: equipos y programas observan a Dinamarca como referencia. Algunos adaptarán partes de su modelo (más rotación juvenil, mayor trabajo físico y enfoque en transición); otros optarán por contrarrestarlo, desarrollando defensas más agresivas o rotaciones tácticas que frenen el contraataque nórdico. En cualquier caso, el triunfo danés empuja a los técnicos a reinventar esquemas, lo que hace al deporte más rico y, quizá, más competitivo en el futuro.
Matías Exposito, 2ºB TM