Hace no mucho tiempo, estos dos encuentros que la Argentina tendrá por delante hubiesen sido un dolor de cabeza para el seleccionado, en la pelea por quedar dentro de los primeros cuatro clasificados a la cita mundialista, y con el foco también en el rendimiento y los convocados. Hoy, el panorama es completamente distinto.
A partir de que el negocio se ha impuesto sobre lo deportivo, con las altas esferas como cómplices y facilitadores de este escenario, el próximo Mundial tendrá 48 selecciones. Lo que amplía la cantidad de clasificados en las distintas confederaciones, por lo que en Sudamérica el cupo pasó de 4 + repechaje, a 6 + repechaje, algo que le da a las selecciones más fuertes del continente prácticamente el pase asegurado al Mundial.
En la actual competencia, la Argentina es líder indiscutida, y ya está clasificada. Sin embargo, del segundo al séptimo hay 8 puntos de diferencia. Con el actual formato, si se quiere ver el lado positivo, Ecuador, Paraguay, Venezuela y Bolivia se permiten ilusionarse con el mundial, porque al haber más lugares se empareja para abajo. Con el modelo anterior, por ejemplo, Uruguay, Brasil y Colombia hoy pelearían por no quedarse afuera y le hubiesen agregado algo de emoción a una monótona competencia.
En medio de ese panorama, aparecen los contrastes en las últimas clasificaciones, y la angustia del encuentro ante Perú, el gol inolvidable de Martín Palermo sobre la hora, con un Maradona que se zambulló sobre el agua acumulada, producto de una lluvia torrencial que bendijo un Monumental a medio llenar; o el empate en La Bombonera, también ante el seleccionado blanquirrojo, que sembró todas las dudas y los cuestionamientos posibles sobre el entrenador Jorge Sampaoli, disipados en la última fecha por un Messi que convirtió tres goles para revertir el resultado y lograr la clasificación.
Los procesos de Pekerman y Sabella, con sus altos y bajos, fueron las menos sufridas hasta que llegó el ciclo de Lionel Scaloni; tanto en la anterior como en la actual, no solo se clasificó siempre con holgura, sino que además desplegó un juego vistoso, que sumado al campeonato del mundo y las dos Copas América, generó una comunión pocas veces vista con el público, que siempre agota las entradas para acompañar a su combinado nacional.
Surgen entonces dos análisis: ¿será que nos estamos mal acostumbrando a que la selección tenga un rendimiento superlativo y ya las eliminatorias parecen partidos “amistosos”? ¿O, lamentablemente, el negocio mató al mérito y todo el misticismo y la dificultad que traía consigo la clasificatoria ya es cosa del pasado?
Ramiro Fornataro, 2ºB (Turno Noche)