Racismo: la historia de nunca acabar

En los últimos años los actos discriminatorios o comentarios racistas en el fútbol han hecho que tanto la Federación Inglesa como gran parte del continente […]

En los últimos años los actos discriminatorios o comentarios racistas en el fútbol han hecho que tanto la Federación Inglesa como gran parte del continente europeo estén muy susceptibles. Tal como el caso reciente de Edinson Cavani que, por una expresión de agradecimiento y cariño con un jugador, terminó involucrado en un escándalo diplomático luego de su frase “gracias, negrito” donde sufrió una sanción, tanto económica como deportiva, por considerarla ofensiva.

Este hecho enfrentó dos posturas frente al tema con tintes antropológicos. Por un lado, los usos y costumbres del país de origen del jugador, en el que términos como el utilizado son moneda corriente en el Río de la Plata para dirigirse de forma amigable y afectiva a alguien y, por el otro, el repudio propio de un continente desgastado por la xenofobia y el racismo.

Pensar a la discriminación en el fútbol como algo netamente deportivo, propio de las pulsaciones con que se juega un partido, es una decisión simplista que ubica al deporte como algo paralelo a lo que sucede en una sociedad; cuando en realidad en más de una ocasión ha dado muestras fehacientes que la atraviesa de manera transversal.

Hacer uso de las diferencias raciales o étnicas y convertirlas en insulto, es una práctica que las diferentes ligas del mundo repudian y han aplicado diversos tipos de sanciones para aquellos que lo practiquen. Otro reflejo de que el fútbol intenta ser espejo de las demandas de una sociedad que con el paso del tiempo hace más hincapié en educar en base a la diversidad.

Aunque el problema del racismo parecía haber sido superado en Europa, recientes sucesos como la emisión de sonidos simiescos contra jugadores negros, cánticos antisemitas e incluso la utilización de eslóganes y símbolos racistas de la extrema derecha parecen mostrar lo contrario. En este sentido la alarma parece haberse disparado nuevamente en el continente.

Desde la UEFA y las distintas ligas europeas siempre se intenta concientizar a las aficiones bajo la palabra “Respect” y desde las figuras de los grandes cracks. De hecho, futbolistas como Leo Messi, Cristiano Ronaldo, Pogba, Sergio Ramos o Lewandowski han colaborado en distintas iniciativas para inculcar en la sociedad. Si bien el propósito se entiende, la pregunta es ¿Qué impacto tiene dentro de las canchas?

Europa tiene un serio problema con el racismo. Uno de los mayores obstáculos a nivel mundial sigue presente en las gradas del viejo continente y, a pesar de las habituales campañas de todos los estamentos futbolísticos y, con más canales de comunicación que nunca, es un obstáculo que sigue sin superarse.

Ante repetidos casos de discriminación, inevitablemente surge la pregunta de cuáles son las causas de tan lastimoso acto. El desconocimiento o, simplemente, los prejuicios son motivos suficientes para usar las diferencias como insulto o agravio. Lo que ocurre en las calles se refleja en las canchas. El fútbol actúa como una vidriera más, que muestra en primera plana los condicionamientos de la sociedad que, aunque hayan pasado siglos, sigue sesgada por los prejuicios.

Las campañas llevadas a cabo han sido una herramienta para el desarrollo en el marco del racismo y el deporte en general, incidiendo sobre algunas de las principales dificultades con las que se enfrentan a la hora de intervenir en este caso.

Nada justifica que un jugador de fútbol reciba palabras, insultos o burlas que puedan ir en contra de su identidad, con el fin de afectarlo o desconcentrarlo del partido y mucho menos decir que es “parte del folclore” ya que numerosos casos han demostrado el impacto que esos dichos pueden tener en quien las recibe.

 

“Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Albert Einstein.

 

 

Bruno Mariano, Calabrese Marcos, Gaetán César.