Un barrio que pierde la identidad

La crisis que azota al país está dejando victimas a su paso. Una de ellas son los clubes de barrio, como el Club Social y […]

La crisis que azota al país está dejando victimas a su paso. Una de ellas son los clubes de barrio, como el Club Social y Deportivo Juventud de Núñez que no puede afrontar los gastos y cada vez son menos los socios que viven. En cualquier época del año uno se puede acercar. Ya la tónica del barrio cambió con respecto a sus primeros días de vida, con las cervecerías y las grandes cadenas de gimnasios que se están apoderando de los habitantes del barrio de Núñez. Ubicado en 11 de septiembre y Crisologo Larralde, en los edificios tapan sus carteles y parece que le hace falta una mano de pintura. En la puerta hay anuncios que indican las actividades para hacer, pero no varían de boxeo o pilates.

“Yo desde que nací que estoy acá en el club. Me acuerdo que antes en la parte del fondo estaba la cancha de bochas en el fondo; es más, está el marcador que usaban en ese momento. De hecho, si vamos con los años para atrás, el fondo está idéntico. Ahora están las bolsas y el grafiti para darle una tónica más del estilo callejero”, comentó Alejo Aimare, de 36 años, el encargado del buffet. La principal actividad que tiene el club hoy en día es el boxeo, a cargo del Bonifacio Boxing Club. Precisamente es el deporte que lleva gente a acercarse a las instalaciones y poder guantear con sus compañeros de entrenamiento. Sebastián y Damián Bonifacio son los profesores, que estaban en pleno entrenamiento mientras Pirámide Invertida entraba al club. “El boxeo está hace como 6 años ya. Los encargados son mis cuñados y mi mujer, que hacen de profesores también. Es un club más bien familiar, esta parte del club la maneja toda la familia. Mi mujer da boxeo recreativo a la mañana para las chicas que quieran acercarse y después nos encargamos del buffet entre mi suegra, mi mujer y yo. Estamos toda la familia trabajando acá. Además, funciona para la gente del club, mismo para los chicos que salen de boxeo, y está abierto para la gente que viene de afuera”, agregó Alejo.

A su vez, el club abre sus puertas para que las señoras del barrio puedan ir a distenderse una vez por semana. Los miércoles, Damián se encarga de dictar clases de gimnasia para la tercera edad y las “chicas” aprovechan para ir a practicar un poco de actividad física. Después no falta el té o café, según gustos, con medialunas. “Lo mejor es que venimos acá, hacemos gimnasia que nos hace bien al cuerpo y, sobre todo, el café de después. Con la medialuna recuperamos todo lo que hacemos en gimnasia, pero la pasamos bien. Cuando llegás a cierta edad tenés que salir a caminar, hablar, todo para que te puedan seguir trabajando las neuronas”, comentó Sara Seijas, una jubilada de 81 años que hace 48 que vive en el barrio.

El centro de jubilados de PAMI dejó de funcionar hace unos años en el club, que prestaba sus instalaciones para que pudieran hacer sus encuentros. “Se desarmó porque dejamos de dar los bolsos y se perdió todo. La gente venía por el bolsón, pero me cansé, hace más de 20 años que lo estoy haciendo, aparte a lo último ya había problemas, con los cheques, con esto, con lo otro; era muy conflictivo. Te daban los cheques por un lado y la mercadería por otro. Había varias peleas al final porque todos querían las cosas ya, y muchas veces PAMI tardaba en darnos algo”, comentó Elda, de 88 años, que fue presidenta del centro y era quien luchaba por que les dieran las cosas en tiempo y forma. “Lo que más extraño son los viajes. Hacíamos reuniones también, pero irnos a los viajes era lo mejor, había fotos de cuando hacíamos esos viajes, eran lindos. Fuimos hasta el Tigre, yo chocha, con todas, era la primera vez que iba y le digo una señora, ¿vamos a ver allá al fondo que hay? Y era el río nada más. Vino la Prefectura y nos sacó del lugar porque estaba creciendo y nos estaba por agarrar”, recordó Elsa López, ex secretaria del centro cuando funcionaba en sus mejores momentos.

Si bien el club se acomoda como puede, usa el boxeo como motivo de recaudación y de ayuda. “Hacemos eventos también. Cada dos o tres meses realizamos una exhibición de boxeo, se arma un ring y viene gente todos lados a mostrarse. Tratamos de recaudar alimentos no perecederos para las caridades, es decir, pedimos una contribución a la gente, que traigan su alimento si quieren. Cobramos un bono para el club y después la gente puede ayudar con un alimento no perecedero. Mis cuñados y mi mujer se lo dan a una fundación que se encarga de llevarle a la gente estas donaciones”, sostuvo Alejo, que estaba tan pendiente de lo que decía como del hijo que intentaba colarse en medio de la clase de boxeo con su tío y los alumnos. Además, los chicos tienen la chance de mostrar sus habilidades: “Durante la exhibición podés venir, ver un poco de boxeo y tomarte algo o comer. Es abierto para todo el público. Se hace más que nada para que los chicos puedan mostrarse y que los pueda ver su familia y amigos. Viene gente de todos lados, yo muchas veces invito a amigos míos. La verdad es que es una idea muy buena y funciona”, concluyó.

Pero la realidad del país no ayuda a mantener un club de este estilo. Además, los años no le juegan a favor. “Para sostener el club es todo un tema. La mayoría de los socios se murieron, estamos hablando de gente que hoy cumpliría 120 años. Entonces ya no hay gente que venga y pague una cuota.  El club lo mantenemos con el buffet, lo que se hace y lo que se vende acá. Con eso pagamos todos los servicios. Y la verdad, cuesta un montón. Más hoy con el contexto del país, pero es así. Hay que aguantar, no hay que dar el brazo a torcer”, sostuvo Aimare. Hay que tener en cuenta que la actividad decayó en el barrio debido a que la competencia es importante. A pocas cuadras está uno de los clubes polideportivos más importantes del barrio y de Capital Federal, el club Cuidad de Buenos Aires. Las opciones no son muchas, pero la esperanza la traen los abuelos y el amor que pueden transmitir hacia un club que a través del buffet puede seguir sobreviviendo a épocas de crisis.

Felipe Vitola