En una cancha rectangular de 40 por 20 metros puede pasar de todo, donde se mezclan la técnica, la velocidad y la pasión, el futsal argentino respira talento pero se ahoga en el abandono. Mientras la Selección Nacional brilla en la élite del mundo, los clubes atraviesan una profunda crisis estructural: canchas destruidas, falta de materiales y partidos suspendidos por desidia dirigencial. Es el lado B de un deporte que supo tocar la gloria, pero que hoy sobrevive gracias al amor de sus protagonistas.
Hace nueve años, la historia cambió para siempre. En Colombia 2016, la Selección Argentina dirigida por Diego Giustozzi escribió una página dorada al consagrarse campeón del mundo tras vencer 5-4 a Rusia. Aquella gesta, protagonizada por nombres como Sarmiento, Rescia, Taborda o Cuzzolino, marcó un antes y un después. Desde entonces, cada 1° de octubre se celebra el Día del Futsal Argentino, recordando que los sueños pueden hacerse realidad.
El impacto del título fue inmediato: más difusión, respeto institucional y la creación de una Liga Profesional bajo el ala de la AFA, que organizó cuatro divisiones con ascensos y descensos. Sin embargo, ese impulso inicial comenzó a diluirse con el paso del tiempo. Las promesas se quedaron a mitad de camino y la infraestructura no acompañó el crecimiento deportivo.
Ejemplo de esperanza fue el regreso de Newell’s Old Boys de Rosario a los torneos AFA, con una estructura sólida y un ascenso histórico. Pero a la par, su filial de Buenos Aires, con más de 200 chicos, sigue compitiendo sin apoyo, entrenando en canchas alquiladas y sin recursos básicos. Lo mismo ocurre en muchos clubes donde los jugadores deben tener otro trabajo y entrenar en condiciones precarias.
Tigre, Banfield o Godoy Cruz son solo algunos de los nombres que reflejan la realidad del futsal local: canchas con goteras, vestuarios sin agua caliente, falta de pelotas y materiales, y una dirigencia ausente. La pasión sostiene lo que la gestión abandona.
Paradójicamente, mientras los clubes luchan por sobrevivir, la Selección Argentina vive su mejor momento con Matías Lucuix al mando, modelo de trabajo y planificación. Pero sin una base sólida, sin inversión ni desarrollo, el futuro es incierto. Porque sin clubes, no hay selección que aguante.
El futsal argentino demuestra que se puede alcanzar la gloria con sacrificio y pasión, pero también que los títulos no tapan la realidad. La pelota sigue rodando, aunque el suelo esté roto. Y en cada entrenamiento, entre goteras y luces apagadas, el mensaje es claro: el futsal no pide privilegios, solo condiciones dignas para seguir soñando.
Una producción especial de: Ian Chas, Macarena Feijoo y Alexander Tadashi Malagrino.
