El último 6 de septiembre, Argentina despidió a Rosa Roisinblit, una de las figuras más importantes en la historia de los derechos humanos. A sus 106 años, su partida cierra un ciclo de incansable labor en Abuelas de Plaza de Mayo, entidad de la que fue presidente honoraria, pero su legado de perseverancia para encontrar a los nietos robados por la dictadura perdura como una de las victorias más grandes del país. Su vida entera, dedicada a la búsqueda de la verdad, se convirtió en un faro para toda la sociedad.
La tarea de Rosa fue un trabajo de años que duró más de cuatro décadas. Ella se unió a un grupo de mujeres que compartían un dolor inmenso: la falta de sus hijos y nietos. «En un contexto de terror, la búsqueda era frágil y peligrosa», recuerdan sus compañeras. El desafío era enorme, ya que las Abuelas compartían la angustia de un pasado violento que había borrado las identidades de sus propios familiares. Pero ellas sabían que la misión requería una voluntad inquebrantable, por eso planearon cada paso y trabajaron sin descanso para superar cada obstáculo.
Rosa llegó a Abuelas después del secuestro de su hija, Patricia Julia Roisinblit, y de su yerno, José Manuel Pérez Rojo, en 1978. Su caso fue analizado por un grupo de madres que creyó que la justicia era posible. Desde ese momento, se armó un plan que incluyó a historiadoras, abogados y a la gente en general. El objetivo no era solo encontrar a su nieta, sino asegurar que cada niño robado pudiera recuperar su historia y su identidad.
El momento más importante en su vida fue el reencuentro con su nieta, Mariana Eva Pérez, en el año 2000. El equipo de Abuelas, con la fuerza de todo el grupo, trabajó en perfecta coordinación para reconstruir la historia que se había borrado. El instante más tenso fue al cruzar los datos genéticos, un paso clave que se logró con éxito gracias al apoyo del Banco Nacional de Datos Genéticos. «Teníamos un método, pero la realidad de cada vida es distinta. La clave fue la unión de nuestro amor y la justicia», contó una de sus compañeras.
Después de que se encontró a Mariana, la misión de Abuelas continuó. La organización siguió trabajando para devolver la identidad a todas las personas que aún faltan. El éxito de esta labor se suma a los logros de Abuelas de Plaza de Mayo, una institución fundamental en la lucha por los derechos humanos en la región. El caso de Rosa no es solo un triunfo personal, sino una historia de valentía que muestra la importancia de la memoria y el compromiso de un grupo de mujeres con la verdad y la vida. El camino para los nietos que todavía faltan será largo, pero el obstáculo más grande ya se superó. El futuro, que antes era incierto, hoy está lleno de posibilidades para la identidad de la nación, gracias al legado de mujeres como Rosa Roisinblit.
Lourdes Pérez Repetto, 2° A TT