Río Paraná y asfalto furioso, un combo super lascivo

Roberto Decotto se cruzó con la música sin quererlo y la transformó en su pasión, con un recorrido que llevó lo mejor de sus tierras hacia la Ciudad de Buenos Aires.

Decotto Superlasciva

Roberto Decotto es ingeniero civil, pero también es cantante, guitarrista y fue protagonista de Superlasciva, una banda de rock litoraleño que fusionó la cultura de Goya, Corrientes, con el ruido de la Ciudad de Buenos Aires.

Ya pasaron 23 años desde que, junto a Manuel Farizano y compañía, fundaron los orígenes de la banda. Eran un grupo de goyanos apasionados por su rock litoraleño y perdidos entre luces y ruidos porteños, pero terminaron dándole identidad al caos.

– ¿Músico, ingeniero… van de la mano? ¿Cómo te definís vos?

– Mi esencia es más de músico, porque es lo que más me apasiona, pero lo otro me encanta. Por suerte, también es una profesión que me da mucho y me gusta. No es que no disfruto de trabajar de ingeniero, pero pasa que con la música no hay nada que hacer… Es muy lindo. Cuando hago música, es como que el tiempo se me va a las manos. Me pongo a cantar o a tocar la guitarra y desaparece todo. Está la música y yo. Lo otro es un trabajo. Es más rutinario.

– ¿De dónde y en qué momento apareció esta pasión?

– La música empieza por lo que uno escucha. Generalmente, lo que tenemos los músicos es que en nuestra casa se escuchó mucha música. Y también fue mi caso. En mi casa siempre hubo un equipo de música. Mi viejo tenía un equipo grande, japonés, que se había comprado en los ‘70. Tenía cientos de discos de vinilo y tenía una casetera con casetes. En ese momento, era lo más tecnológico que había en el mundo. Yo escuchaba toda la música de él. Después, cuando crecí, me encontré de casualidad con un profesor de guitarra. Con 12 años, acompañé a mi primo, que tenía 13, a una clase de bajo. Me senté a ver cómo le enseñaba y empezó a tocar una canción de Charly García que conocía. Empecé a cantarla y el profesor paró y me dijo: “Che, pero vos sos afinado”. Después me dijo que tenía condiciones y que tenía que aprender a tocar la guitarra, pero le contesté que iba a tener que hablarlo con mi vieja. Ella me dijo: “Bueno, hijo”. Eso también ayuda un montón, porque en casa no te dicen nada y no hay prejuicios. Y ahí arranqué guitarra con Perkin Blanco, mi primer profe.

– ¿Y cuánto tiempo estuviste con él?

– 2 o 3 años, que hacía 2 o 3 clases por semana en la casa de él. A los 16 dejé, porque ya había aprendido canciones y ya sabía sacar temas. La verdad es que estuve un poco vago… Por ahí, ser mejor guitarrista es una deuda que tengo conmigo mismo, pero son cosas que uno se da cuenta cuando le faltan y no en ese momento. Hoy es más difícil. Obviamente, entiendo más el instrumento a medida que pasa el tiempo, pero hay cosas, como la velocidad de tocar, o de puntear, que a la edad más temprana es más fácil. Tenés la cabeza más fresca y también tenés más tiempo.

– ¿Qué música escuchabas y practicabas en ese entonces?

– Arranqué a full con el rock nacional. Yo viví la época del CD. En mi casa, había muchas colecciones de discos. La revista ‘Noticias’ sacaba una colección semanal y sacó 40 discos de rock nacional, que yo tenía los 40, entonces me conocía todo el rock nacional desde los ‘70 hasta el año 2000. Yo me iba con toda esa data a lo de Perkin para que me enseñe las canciones. Y también él me abrió un poco la cabeza con el chamamé, que en mi casa se escuchaba, pero yo estaba un poco más reacio al folclore. La escuela del rock nacional fue la que siempre me identificó. Charly, Fito…

– ¿Cómo fueron los orígenes de Superlasciva?

Superlasciva nació en Buenos Aires. Terminé la secundaria en el 99 y en el 2000 ya estaba en Buenos Aires. Ahí nos empezamos a juntar con Manuel (Farizano, compositor de la banda), que ya habíamos tenido una banda en Goya en un verano, él había empezado a hacer algunas canciones. Se compró un portaestudio, eso fue en el año 2000, se compró uno y empezamos a hacerlos. No había computadora, por lo que grabar era para pocos. Era eso o grabar en estudios Panda o estudios Ion. No había punto medio. Esa era nuestra herramienta de grabación. Manuel y yo hacíamos las baterías con un teclado, los demos de las primeras canciones… Repartíamos los demos en la radio en Goya. No había redes sociales… Era otro mundo. Todavía no había banda. Íbamos a la radio con el demo y se lo dábamos al dueño. Le decíamos: “Mirá, escuchá esto. Son estas canciones”. Y al loco le re copaba esa actitud. Nos dijo: “En el verano, voy a hacer la fiesta de la espuma, van a haber 2.000 personas, y en un escenario van a poder tocar ahí”. Ese verano armamos una banda, que fue la primera formación de Superlasciva. Tenía otro nombre, pero se formó la raíz de lo que fue Superlasciva, una banda que hacía covers y algunos temas propios. Sin estilo definido: los temas eran blues, eran rock and roll, eran canciones sin personalidad, sin estilos, sin sonidos… era como un cocoliche, como toda cosa que arranca y que se está buscando. Arrancamos ahí. Hacíamos temas, éramos bien fiesteros y mucha gente del interior, que en Buenos Aires hay bastante, nos contrataba. Entonces empezamos a hacer nuestro pequeño público, con temas propios y con covers. Ahí nos juntábamos más seguido. Había un poco más de tiempo. Alguno laburaba, otro estudiaba y nos juntábamos a hacer el ensayo en Barrio Norte, en Agüero y Juncal.

– ¿Cómo era la rutina de Superlasciva en Buenos Aires? ¿Ensayaban todos los días?

– No todos los días. Los meses anteriores a cada disco, había como una especie de pretemporada. Nos juntábamos muchísimo a laburar, a sacar los temas y a producir. Cuando mejor sonaba la banda, era cuando estaba por entrar al estudio a grabar. Después tenías altibajos, porque vos grababas un disco, lo presentaste y es como que había un vacío. Sobre todo, de una banda que no es popular y que no tiene una gimnasia de tocar todos los fines de semana. Nuestro universo era Buenos Aires y después éramos fuertes en Goya y en Corrientes. Entonces, una vez que tocabas en esos lugares, ya tenías que hacer una pausa y esperar un par de meses. Siempre tratábamos de tocar una vez por mes entonces. No era de todos los días juntarnos a ensayar, sobre todo porque cada uno tenía su laburo y también hacía otras cosas. Cuando había show, hacíamos un par de ensayos por semana, pero no era todos los días.

– ¿Qué es el rock litoraleño y por qué se destaca de los otros tipos de rock?

– Sobre todo por la poesía. Tiene mucho paisaje del litoral. Tiene el Paraná, el verde, las aves, el agua… Si escuchas Superlasciva, sobre todo los últimos cuatro discos, tiene mucho de poesía. Tiene la poesía de gente que vive en Buenos Aires, pero que tiene el corazón y el alma puestos en el litoral. Esa ambigüedad del río, el remar… y la ciudad, que también nos dio un montón, pero eso es lo que caracteriza mucho al rock litoraleño. Obviamente es recontra-cancionero. Tiene mucho que ver con Rosario, ese color rosarino de la canción, pero está más volcado al estero y al río.

– Actualmente, como banda, ¿en dónde están ubicados?

– La banda está en pausa, desde hace un par de años, porque yo me vine para acá (Ituzaingó, Corrientes). Me vine en el 2021 y toda la banda se quedó en Buenos Aires. Tratamos de seguir a la distancia, pero fue muy difícil, porque la dinámica de la banda es buena en el día a día. El laburo diario, el ensayar, el tocar, hacer cosas nuevas, hacer fechas. Cuando uno nos veía en vivo, veía laburo. Te podía no gustar el sonido, te podía no gustar las canciones, pero había mucho laburo en la banda y, si no tenés ese día a día, es muy difícil. Entonces, desde el 2022, como que se cortó. No hubo una ruptura, sino que la distancia nos alejó.

– ¿Qué expectativas tenés a nivel musical de cara al futuro?

– Con Superlasciva no tengo expectativas porque es parte del pasado. Obviamente, nunca la doy por muerta, porque los pibes me dicen de ir a tocar y yo me voy de una, porque son mis hermanos, pero no tengo una expectativa de que nos juntemos en un par de años. Es parte de mi pasado. Llevo orgullosísimo todo lo que hicimos juntos, aprendí un montón haciendo música en banda y hoy extraño mucho tener un compañero que se entienda conmigo y que toquemos juntos. También está bueno tocar solo… tiene su encanto y todas las decisiones son tuyas. Pero hacer música con alguien más tiene ese no sé qué. Vibrar con alguien al mismo tiempo está bueno, sobre todo si lo viviste mucho tiempo. Seguramente haremos algún show especial en algún momento, cuando nos encontremos de vuelta, pero ahora estamos separados físicamente. 

– Si el Roberto de hoy, de 43 años, fuera el encargado de hablar con el Roberto de 12 que recién salió de la clase de bajo de su primo… ¿Qué le diría? ¿Y qué crees que te hubiera gustado escuchar en aquel momento?

– Qué buena pregunta. Me hubiese dicho lo que le digo a los pibes cuando me los encuentro ahora: “Tenés que estar seguro de lo que hacés. No te tenés que dejar llevar por nada de lo que te digan. Creele a esa vocecita tuya que tenés adentro. Hacele caso al instinto. Rodeate de gente que le gusta laburar y que le guste superarse. No es todo el tiempo cagarse de risa y boludear. Uno siempre tiene que estar orgulloso de lo que está haciendo, hagas lo que hagas, o sea, que lo que vos estás haciendo, sea lo mejor que vos podés hacer… Que vos puedas mirar para atrás y decir: ‘La verdad que estoy orgulloso del laburo que hice. Lo di todo’. Disfrutar el camino, siempre tratar de buscar buenos maestros y buenos compañeros y siempre desconfiar de las cosas que son fáciles. Cuando te dicen que sos buenísimo, tomalo pero no te la creas. Y siempre escuchar a la gente que te viene al lado”. Hay una cosa que yo me reprocho: los prejuicios musicales. El haber sido un poco cerrado con respecto a algunos artistas. Me cerré muchísimo a entender la dinámica de la música popular, pensando que no era para mí, y hoy me encantan artistas que vi en vivo en su momento y digo: “No… ¡Cómo no lo vi ahí! ¡Cómo no lo abracé ahí! Yo vi los comienzos de Miranda, por ejemplo. Eran dos loquitos que estaban bailando en un boliche, para 100 personas, y vos decías: “¿Quiénes son estos freaks?”. Y hoy Miranda me encanta. Fui a verlos este año con mis hijas y me partió la cabeza. Es un show que no se puede creer y tiene unas canciones que son increíbles. Me reprocho el prejuicio. Toda la música está buena, toda la música está para escucharla y toda la música está para disfrutarla.

Federico Spina Llaneza