El lunes 13 de octubre marcó el fin de una pesadilla que parecía interminable para la familia de Eitan Horn, quien estuvo cautivo en Gaza por más de dos años. El operativo comenzó temprano en horas de la mañana israelí. Primero se liberó un grupo de rehenes alrededor de las 08:00, y luego, minutos antes de las 11:00, los tres argentinos incluidos en el último paquete fueron entregados al Comité Internacional de la Cruz Roja. Antes de su liberación formal, se permitió que los cautivos sostuvieran videollamadas con sus familiares. Ese breve instante fue suficiente para reconfirmar que estaban vivos.
El trasfondo de esta liberación remite al dramático hecho que empezó el 7 de octubre de 2023, cuando Eitan y su hermano Iair fueron capturados durante un ataque en el kibutz Nir Oz mientras se preparaban para una festividad. Ese día ambos se refugiaron en un cuarto de seguridad y llamaron a su padre por teléfono, intentando llevar calma. Fue la última vez que muchos escucharon su voz.
Iair fue liberado en febrero de 2025, pero Eitan siguió retenido hasta este lunes. Durante estos meses, la familia Horn vivió en un limbo de incertidumbre, aferrándose a cada rumor de avance diplomático, cada filtración de listas de intercambio y cada gesto de apoyo público. Su padre, Itzik, momentos antes de la liberación, confesó que, aunque sentía esperanza, no se permitiría celebrar hasta que tuviera la certeza del regreso. “Para mí el partido no termina hasta que Eitan cruce la puerta de casa”, afirmó con cautela.
La liberación de Eitan, compartida con otros rehenes, se realizó en el marco de un acuerdo diplomático internacional que fue impulsado, entre otros actores, por la mediación de Estados Unidos. Para muchas familias que aguardaban desde hace meses, la jornada de este lunes representa no sólo el cierre de un capítulo, sino un renacer de fe en que el diálogo humanitario puede vencer al horror del secuestro y la guerra.
Hoy, mientras descansa en un espacio seguro, su familia comienza un proceso de recuperación física, psicológica y simbólica. Y aunque la libertad recién empieza a desplegarse ante ellos, el abrazo tan esperado finalmente pudo ser dado.
Santiago Abraldes, 2° A TT
