El River de Gallardo, que había eliminado a Guaraní de Paraguay en octavos, cayó 3-0 ante Jorge Wilstermann en Cochabamba, a 2500 de altura sobre el nivel del mar, en el partido de ida. Más allá de ser una dura derrota, era un resultado que lo obligaba a golear en el Monumental para meterse entre los cuatro mejores de América.
La vuelta se llevó a cabo siete días después en la cancha del Millonario, que estaba colmado de almas rojas y blancas que confiaban en la remontada y que prepararon un recibimiento imponente para sus jugadores. El comienzo fue soñado ya que Nacho Scocco, quien se transformaría luego en la figura excepcional de este encuentro, abrió el marcador a los 9 minutos y a los 19 había convertido un hat trick para igualar la serie.
A los 36, una corrida fantástica de Enzo Pérez de contraataque sacándose de encima a algunos futbolistas bolivianos, terminó con la definición del mediocampista y el cuarto gol del equipo del Muñeco para hacer estallar al Monumental e irse con esa ventaja al descanso, en un primer tiempo perfecto de River donde borró del campo a su rival.
La segunda mitad no podía ser de otra manera: el conjunto visitante hizo lo que pudo ofreciendo muy poca resistencia y el Millo, agrandado, lo pasó por arriba. La superioridad era abismal, cada ataque del local era un infierno para el elenco boliviano. Finalmente, el resultado fue de 8-0 con otros dos tantos de Scocco, que tuvo una jornada de película, otro de Pérez y uno de Nacho Fernández.
River avanzó a las semifinales de la Libertadores y se cruzó con Lanús, en una serie donde tenía todo controlado con un global de 3-0 pero el Granate resurgió de las cenizas para remontar y pasar con un 4-3 épico en el Estadio Ciudad de Lanús. Más allá de quedarse en la puerta de una nueva final continental, nadie le quita a aquella remontada lo histórico, por el contexto y la adversidad que implicaba.