Vasiliy Lomachenko anunció su retiro del boxeo profesional. A los 37 años, el ucraniano que marcó una época con su estilo único y una técnica casi quirúrgica, colgará los guantes luego de una carrera que dejó huella. Bicampeón olímpico, campeón mundial en tres divisiones y uno de los peleadores más estudiados de su generación, dice adiós con la frente en alto y el respeto intacto.
Su recorrido en el boxeo amateur fue extraordinario: acumuló 396 victorias y apenas una derrota, que luego vengó. Ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y repitió en Londres 2012. Desde entonces, ya se lo señalaba como un fenómeno. Cuando decidió pasar al profesionalismo, las expectativas eran enormes. Y no defraudó.
Debutó en 2013 y, apenas en su tercera pelea, conquistó el título mundial pluma de la OMB. Igualó así el récord de Saensak Muangsurin al convertirse en campeón del mundo con menos combates en su haber. A partir de allí, su carrera fue en ascenso: también se coronó en otras dos categorías: superpluma y ligero. Su estilo, apodado “Hi-Tech”, combinaba precisión, reflejos, ángulos imposibles y un talento natural que descolocaba rivales y fascinaba a los fanáticos.
A lo largo de su trayectoria enfrentó a oponentes de primer nivel: Gary Russell Jr., Guillermo Rigondeaux, Jorge Linares, Luke Campbell, entre otros. En cada combate aportó algo distinto, incluso en las derrotas. En 2014 perdió por fallo dividido ante Orlando Salido en una pelea polémica por los reiterados golpes bajos que el árbitro no sancionó. En 2020 cayó ante Teófilo López en una unificación de títulos, y en 2023 fue derrotado por Devin Haney en un fallo muy cuestionado, que muchos creyeron injusto.
Su última presentación fue en mayo de 2024, cuando noqueó técnicamente a George Kambosos Jr. en el undécimo asalto y recuperó el cinturón ligero de la FIB. Esa noche volvió a brillar, y por eso sorprendió que, semanas después, anunciara su retiro. En un video publicado en redes sociales, Lomachenko dijo: “Estoy agradecido por cada derrota y victoria, tanto en el ring como en la vida. Al final de mi carrera, entendí qué significa la verdadera victoria. No solo en el boxeo, sino en todo el ser”.
Su legado no se limita al deporte. En 2022, durante la invasión rusa, se sumó a las fuerzas de defensa territorial de su ciudad natal, Bilhorod-Dnistrovskyi. Su decisión mostró que el coraje no era solo una cuestión de ring: también estaba en sus convicciones.
Más allá del cuadrilátero, Lomachenko fue un referente del entrenamiento meticuloso y la disciplina. Su preparación incluía ejercicios poco convencionales, como entrenamiento con apnea o rompecabezas de memoria visual para estimular la agilidad mental. Ese enfoque integral cambió la forma en que muchos entrenadores comenzaron a pensar la preparación física y psicológica en el alto rendimiento.
También fue pionero en la forma en que usó el espacio en el ring. Su famoso “ángulo Lomachenko” —una secuencia de pasos laterales para salir del eje del rival— terminó siendo estudiado por generaciones de boxeadores jóvenes y analistas de todo el mundo. Verlo pelear no era solo presenciar una competencia: era asistir a una clase magistral.
Los fanáticos más exigentes lo elogiaban por su humildad, su actitud respetuosa ante cada rival y su búsqueda constante de evolución. Nunca fue un showman fuera del ring, pero en cada combate lograba lo más difícil: emocionar sin gritar, impactar sin provocar. Esa combinación lo convirtió en ídolo silencioso, querido por puristas y admirado por colegas.
Con su despedida, no solo se cierra una carrera, sino también un estilo. Queda su legado, su forma de boxear, y el eco de esos momentos en los que parecía moverse en cámara lenta mientras desarmaba a sus rivales con precisión quirúrgica. Lomachenko se va, pero su influencia seguirá presente cada vez que un joven boxeador sueñe con dominar el ring.
Emmanuel Mamani, 2° A, turno tarde