La Sanata

Esa costumbre bien argentina.

Cuántas veces cuando se escucha a un técnico explicar por qué perdió su equipo se dice está sanateando. Cuántas veces cuando un político explica por qué los precios suben se dice es pura sanata. Cuando en una reunión de amigos hay uno que cuenta por qué lo dejó la novia y se le dice no seas sanatero, o cuando se tiene la costumbre de hablar sobre cualquier tema con la supuesta autoridad de tener conocimiento y en realidad se sanatea.

Ahora a qué nos referimos cuando hablamos de sanata que es un vocablo que hasta la Real Academia Española lo incorporó como de uso y costumbre al cual define: «Charla, discurso o explicación, generalmente largos, sin contenido ni fundamento”. El término se incorporó al lunfardo, para denominar toda forma de hablar confusa e incomprensible, en la que se expone un argumento sin sentido ni ideas claras;  hablar sin decir nada, pero con el fin de que el interlocutor piense que se ha dicho algo.

Argentina incorporó esta manera de expresarse como una forma de comunicación, lo transformó en un segundo lenguaje y reconoce como su auténtico y glorioso creador a Fidel Pintos, quien nació en el barrio porteño de Belgrano, en 1905, y falleció, a los 69 años de edad, en 1974. Además de creador es también su máximo exponente público, al punto de ser bautizado como “El Rey de La Sanata». Poseedor de un humor sano casi inocente, expresivo y delicioso.  Alcanzó una amplia y merecida popularidad, en los ámbitos radiofónicos, los escenarios teatrales, y el mundo de la televisión y la cinematografía, verdaderamente fue un grande de la escena nacional, que popularizó la sanata al tiempo de convertirlo en un género humorístico que quedó inmortalizado en el programa Polémica en el Bar, que se puede ver por la plataforma Youtube.

Esta práctica que era tomada como una humorada se tornó con los años en una forma de expresión utilizada en los más variados ámbitos e incluso con explicaciones sobre temas de muchísima seriedad y sabiendo quien está escuchando que lo están sanateando y ya no causa ninguna gracia.

Miguel Vidal