Asesinato en el Orient Express

Un libro que refleja cómo las palabras asesinato, coincidencia e inocencia no van de la mano.

En una de las tantas y reconocidas obras literarias de Agatha Christie, Asesinato en el Orient Express, se muestra la astucia que debe tener el brillante detective Hércules Poirot para resolver uno de sus casos más difíciles. El millonario Samuel Ratchett se encontraba en un viaje justamente en el Expreso Oriente junto a otros pasajeros, cuando en un determinado momento, por la noche, fue asesinado a puñaladas. Lo curioso es que al momento de investigar, el belga se encuentra con declaraciones que si bien dejaban huecos, hacía que todos los presentes estuvieran resguardados ya que las coartadas de unos y otros coincidían. Parecía una especie de protección mutua entre los viajeros, a pesar de que supuestamente eran desconocidos entre sí, con diversos orígenes y nacionalidades, pero que tenían una relación mucho más estrecha entre sí y con el asesinado de lo pensado.

Pistas falsas, horarios que no coinciden, relatos que sorpresivamente sí lo hacen, entre otros, marcan cómo cosas que a simple vista pueden confundir la mente y hacernos creer que las cosas ocurrieron de determinada manera, cuando en realidad siempre termina habiendo «cabos sueltos» que generan un cambio de rumbo, en el caso del libro con Poirot investigando un crimen que parecía perfecto, pero que con el pasar del tiempo terminaron por iluminarlo y así dió con una nueva hipótesis, que finalmente terminó siendo la verdad, como en todos sus casos.

Lucas Levy