Al diablo con las noticias: cuando el entretenimiento fue noticia

¿En qué momento la información se convirtió en entretenimiento? ¿De quién fue la idea de decirle al público lo que quiere y no lo que […]

¿En qué momento la información se convirtió en entretenimiento? ¿De quién fue la idea de decirle al público lo que quiere y no lo que necesita oír? Esas y otras preguntas son respondidas a través de esta disparatada parodia remontada en los ’80, cuando los canales de 24 horas de noticias empezaban a surgir en los Estados Unidos.

Así como Tarantino le da un revés a la historia y relata una muerte alternativa para Adolf Hitler en “Bastardos sin gloria”, Will Ferrell usa este film de 109 minutos para hacerse dueño de una manera de contar las noticias, utilizada aún en estos días. Para ello -como es costumbre en sus comedias- hace uso de la ironía y de una forma de hacer humor muy característico en él y que escasea en el cine. Temas sensibles como el sexismo en el trabajo o el racismo son tratados de una forma que sólo puede ser aceptada y hasta resultar graciosa si es manejada por el mismo Will, aunque también es real que a algunas personas les puede resultar chocante.

Su precuela, “El periodista: La historia de Ron Burgundy” (2004), relata otro momento icónico en los programas de noticias como fue la inclusión de mujeres en la conducción, con Veronica Corningstone (Christina Applegate) como estandarte. En “Al diablo con las noticias”, Ron unirá a su grupo de noticias integrado por sus compañeros y amigos Champ Kind (David Koechner), Brick Tamland (Steve Carell) y Brian Fantana (Paul Rudd) para recuperar el lugar perdido en el medio, mientras se enfrenta a su némesis Jack Lime (James Marsden) en una guerra por rating y popularidad.

“Al diablo con las noticias” es una de las mejores comedias de Will Ferrell porque combina su clásico humor absurdo con la ironía y, sumado a un elenco que predisponen de buena manera al espectador, arman un combo ideal para poner el piloto y dejarse llevar por las risas, aunque sea por un rato.

César Emiliano Gaetán