Amores, tragedias y aventuras : las maestras que Sarmiento «importó» a la Argentina

Transcurría el siglo XIX y de repente más de 20 señoritas subirían al barco desde el puerto de New york hasta el de Seattle, para […]

Transcurría el siglo XIX y de repente más de 20 señoritas subirían al barco desde el puerto de New york hasta el de Seattle, para que de a poco comenzara asomar la proa y el vapor aparecía pera luego perderse en el viento y así emprender una travesía que duraría 3 meses y medio con solo un paso por el cabo de hornos, en el hemisferio sur. 

Emigraron amparadas por el gobierno, con el fin de poblar el salvaje oeste se les prometió trabajo como maestras en cuando llegaran, con ellas iba un reportero del diario New York Times que los acompañaba para realizar una crónica de como era este episodio, el cual se publico 5 semanas después que desembarcaran.
Entre 1869 y 1898 el gobierno argentino contrató a sesenta y una maestras estadounidenses seguramente viajaron nueve más que no están registradas de manera legal para trabajar en escuelas normales del interior del país, en muchos casos para fundarlas y, en ocasiones, para ayudar a instruirlas. Muchas cumplieron los contratos de dos o tres años y regresaron a su país; otras decidieron quedarse en la Argentina, casadas o no; dos de ellas se establecieron como pareja en la provincia de Mendoza durante cincuenta y tres años; ninguna se casó con un argentino.
Excéntrico en todos los sentidos posibles, de nariz achatada y labios gruesos, orejas sobresalientes y con un aspecto general alejado de cualquier idea de belleza provinciano, vehemente ,colérico, escritor genial, Sarmiento era autodidacta por conversión desde que intentó, sin lograrlo, entrar al colegio de Ciencias Morales de Buenos Aires. La madre se desentendió de la niña y él la tomó bajo su cuidado, le dio su apellido y la llevó a San Juan, para que la criaran su madre y sus hermanas.
A los treinta y cuatro años había fundado varias escuelas en Chile y la Argentina y un periódico desde el que lanzaba diatribas al gobierno central, sobre todo a las masas gauchas e indígenas, a las que llamaba la barbarie. Una de ellas era unir en una gran confederación a los estados argentino, paraguayo y uruguayo. Otra era cambiar el sistema educativo rioplatense.
Sarmiento resaltaba, tal vez con un ánimo matrimonial que no se vio recompensado, los importantes vínculos que podrían establecer las extranjeras en la Argentina: «La situación social que ocuparán será tan distinguida y sin mala interpretación me atrevo a decir mejor que aquí, por el prestigio que las acompañaría de ir tan poderosamente recomendadas, ser norteamericanas, y personas de saber. Sus relaciones serían pues, las primeras familias del país». Por provinciano, o por pobre, se equivocó. La aristocracia local nunca consideró a las extranjeras más que como unas honorables institutrices. Esto sería uno de los fragmentos que cuenta Laura Ramos para Infobae.
Esta edición incluye fichas biográficas de las sesenta y una que viajaron a la Argentina, solo contó las historias de unas veinte maestras: las más jóvenes, las grandes pedagogas, las aventureras.
 Natalia Luque 2A/Turno Mañana