Una silueta cargada de sueños, una escalera que se eleva llevándose todas las ilusiones, una valija repleta de recuerdos y un avión que despega lleno de nostalgia. Las lágrimas inundan la mejilla de aquel argentino que decidió probar suerte en otras tierras y un corazón partido se queda con la esperanza de que pronto se puedan volver a abrazar. Esa inquietud de estar frente al teléfono esperando que suene y volver a escuchar su voz, una breve videollamada que acorte todos los kilómetros que separan ese inmenso amor: el de una mamá que vio partir a su hijo, el de esos abuelos que quizá no volverán a juntarse con su nieta, una novia que no sabía cual iba a ser su destino y muchos amigos que acompañaron la decisión de ese integrante del grupo que decidió volar.
Así sucedió con Nilda Tapia Mc Kenna, el primero de mayo de 1965 cuando decidió probar suerte en Nueva York. La esperaba un amigo de Buenos Aires que la acompaño hasta su hotel en Manhattan. Recuerda que su primer departamento fue en Flushing, un suburbio pegado a la Feria Mundial, en pleno apogeo. “Me fui porque hubo dos elecciones en dónde los votos en blanco superaron exageradamente los votos contables, lo que me despertó inseguridad, perdiendo la esperanza de que Argentina recuperara su camino a la democracia, como añoraban nuestros padres a finales de los años 20”, rememora con tristeza. Su niñez fue en el campo hasta que se mudaron a San Isidro. Cursó el primario en un colegio para señoritas llamado “Santa Brígida”, dónde se graduó con honores. Uno de los trabajos más importantes fue ser secretaria del Director de Control de Calidad en la empresa E. R. Squibb and Sons, cargando los cambios que el F.D.A. norteamericano introducía a los métodos de análisis. Emitió una Newsletter para todo el personal profesional informando las nuevas normativas y fue allí que se dio cuenta su amor por el periodismo y la comunicación. Otro de ellos, fue el puesto que tuvo como subdirectora de la Oficina del CIPE de OEA en New York. 38 años después, Nilda no tiene pensado retornar al país y aclara “que extraña a la familia y amigos porque el norteamericano es demasiado formal. Anhela una Argentina más seria, en donde todo el pueblo se encamine a una misma dirección y así lograr salir adelante”.
Distinto es el caso de Nahuel Miguel, de 23 años, oriundo de Urdapilleta -provincia de Buenos Aires. En estos momentos se encuentra en Puerto Peñasco – Sonora, al norte de México, casi al límite con EEUU. A principio de año se fue a jugar al fútbol a un equipo que milita en la segunda división de la Liga MXA Ascenso. “Me gusta el pueblo mexicano, su cultura, el ritmo de vida que se lleva. Distinto al que estaba acostumbrado a vivir. Extraño la familia, el mate y el asado”, resalta con un tono de alegría. Está convencido de volver a su tierra, cuando se den las condiciones. Y cierra confesando que: – “Lo que más quiero es seguir trabajando en esto y apostar a las oportunidades que me aparezcan y poder ayudar a los chicos a insertarse en esta profesión y en este deporte que es están lindo”-.

Fede Leiva, vive hace dos años en Copenhague, Dinamarca. En 2015 decidió emigrar: estuvo en Italia y en Andorra. Su decisión se dio en el marco de conocer otros lugares ya que sentía que había cumplido un ciclo en Argentina por la inseguridad y la escasa remuneración al trabajar, no veía futuro. “Encontré estabilidad, transparencia en el país, el bus pasa a la hora que debe pasar, la gente es respetuosa, los sueldos son altos, la calidad de vida es muy buena: encontré mi lugar, aunque extraño los efectos”. Todos los años vuelve de visita y si hay una posibilidad de vivir nuevamente por estos lados, se va a dar cuando este jubilado, aunque todo depende de cómo se desarrolle su vida.
En el Centro de Madrid, se encuentra Vanesa Loaiza, en septiembre 2019 Argentina la vio partir. En su juventud vivió en Italia y en Valencia, la idea de volver a tener esa experiencia de instalarse en Europa seguía y por una oferta laboral tomó coraje y se embarcó. “Me gusta la seguridad que hay, la posibilidad de poder viajar a cualquier lado y extraño mis amistades porque acá son más superficiales, cuesta hacer amistades. No está en mi mente volver por el caos que hay en el país.

Marcos Ayala tiene 35 años, en 2014 se fue a vivir a Italia porque necesitaba conocer otra cultura y tener la adrenalina de empezar de cero. Vendió todo y se fue a vivir a Milán, aunque le costó mucho adaptarse al idioma. Trabajó en un restaurante, luego en un bar y en una empresa de eventos empresariales de la Unión Europea. Tuvo la posibilidad de trabajar en Palma de Mallorca, donde considera que se encuentran las mejores playas, algo que lo apasiona. Empezó a jugar al fútbol en un torneo muy importante de esa región. Junto a un amigo abrió una vinoteca en Martínez llamada “Salute Drinks Market”, lo que posibilitó que pueda vivir seis meses en cada país, disfrutando de los dos lugares: por un lado, la familia, amigos y sobrinos, por el otro las inmensas playas paradisíacas. “Siento que encontré el equilibrio que buscaba, estoy feliz de haber tomado la decisión de irme porque vivo haciendo lo que quería, tener un emprendimiento acá y poder viajar”, cierra eclipsado con su momento.

La vida de “Carolina Ipes” cambió por completo desde hace 5 años, cuando llegó a Londres porque se había quedado sin trabajo en Argentina. Siempre tuvo la idea de ir a vivir a un país que tenga otro idioma hasta que pudo concretarlo. Al principio, el haber llegado en otoño a Londres, no fue lo más grato que le tocó vivir porque al ser una ciudad muy gris, muy fría, cualquier turista que está acostumbrado al sol se deprime al llegar. Se recibió de Arquitecta y aunque no fue fácil conseguir trabajo, sostiene que lo que cuesta es encontrar el primer trabajo, una vez que sucede es muy posible cambiar al rubro deseado. Hoy en día, e encuentra en una oficina que pertenece a una de las 10 empresas más grandes de Inglaterra, que es un estudio de arquitectura. Afirma que lo más difícil es separarse de los afectos, pero una vez que se logra hacer amistades en el barrio todo se torna mejor. Al tiempo conoció a su pareja “Marios”, un londinense con quién sale desde hace 4 años y medio. Hace unos días se fueron de viaje a Italia y surgió la posibilidad de comprometerse, sin fecha probable de casamiento. Pero lo más interesante, fue que su futuro marido llamó a Rosita y a Miguel (los papás de Carolina) para pedirle la mano de su hija, una situación cultural que ya no se estila concretar en Argentina. Sus futuros suegros estaban muy emocionados en comparación de sus papás, por lo que implica esa ceremonia en el país inglés. “Amo Londres porque es un lugar multicultural, es la ciudad de las opciones infinitas y eso contribuye a la creatividad de las cosas que hago. La diversidad cultural se nota en la comida: desde comida india o tailandesa. Les abre los brazos a los inmigrantes. De mi país extraño ese poder que tiene el argentino de organizar a último momento cualquier actividad y concretarla, esa predisposición no existe acá”, declara asombrada de su análisis.
El que dice que nunca se le cruzó por la cabeza el irse a vivir a otro país, faltaría a su verdad, por la economía, la familia o los sueños muchos argentinos lo pudieron hacer realidad.