Bill Russell y su dura lucha contra el racismo

Bill Russell fue la primera gran figura afroamericana en un tiempo donde aún faltaba un par de años para que quedara totalmente prohibida la segregación […]

Bill Russell fue la primera gran figura afroamericana en un tiempo donde aún faltaba un par de años para que quedara totalmente prohibida la segregación racial. Boston es una ciudad con gran inmigración irlandesa, una profunda fe católica y un marcado conservadurismo. Y eran muchos los que no toleraban a Russell. Le hacían la vida imposible. Cuando el pivote decidió mudarse a un suburbio de la ciudad (Reading), le costó comprar una propiedad. Y cuando lo hizo, en 1957, era el único afrodescendiente del pueblo. Los ataques eran constantes. No hacia él, porque medía 2m10, tenía un físico portentoso y la policía lo custodiaba, sobre todo cuando manejaba hacia Boston. Pero sí a su casa. Le rompían vidrios y puertas. Buscaban intimidarlo, callarlo. “Sólo jugá al básquet, negro”, le exigían. Hasta que un día atravesaron un límite. Entraron a su hogar, le destruyeron los trofeos y defecaron en su cama.

El quinteto de los Celtics

Hace 60 años así lo trataban en la ciudad donde debía ser ídolo. Sólo, entonces, hay que imaginar lo que habrá sufrido en su ciudad natal, Monroe, Louisiana, donde el racismo era un abominable acoso diario. Sus padres buscaron inculcarle al pequeño Bill la importancia de la educación y la cultura como forma para superar la discriminación. Todavía eran tiempo de absoluta segregación racial. Había restaurantes, comercios, escuelas, medios de transportes y hasta leyes para blancos. Y otras, claro, para negros.

Bill todavía no entendía el juego del básquet y carecía de recursos para anotar. Pero, claro, conforme a su personalidad y mentalidad, trabajó en su juego hasta convertirse en un decente pivote. Muy pocas universidades mostraron interés en él. Quizás el único que vio que Russell podía tener un impacto en el juego fue el entrenador Hal De Julio y le ofreció una beca en la Universidad de San Francisco. Russell se arrojó encima de esa oportunidad. Era la chance de jugar pero, a la vez, de estudiar, algo que amaba y creía que podía alejarlo de la pobreza y el racismo.

Con Russell, los Dons terminaron de armar un equipazo. Llegaron a tener una racha de 55 triunfos seguidos y lograron dos títulos nacionales de la NCAA, en 1955 y 1956. Ese impacto universitario permitió que los Celtics lo eligieran en el puesto N° 2 del draft de la NBA de 1956. Pero, como sería una constante durante su carrera, el éxito deportivo no lo alejó del racismo, del desprecio de los blancos. Sobre todo cuando el equipo viajaba para jugar de visitante, donde era obligado a dormir en cuartos de limpieza o directamente no era recibido en hoteles.

Bill Russell en acción

Aquellas experiencias lo fortalecieron. Russell se convirtió en el bastión principal de aquellos míticos Celtics, que ganaron 11 titulos en 13 años, y revolucionó el juego. Se trató de un pivote de 2m10 con una versatilidad única que cambió la forma de dominar. Russ era capaz de defender casi todas las posiciones gracias a un arsenal que incluía envergadura, agresividad, determinación, inteligencia y mucha capacidad atlética.

Sin embargo, el reconocimiento no llegó ni siquiera en la ciudad donde brillaba. Los créditos iban hacia Bob Cousy, el base blanco. A aquel Boston lo llamaban de “Cooz’s team”. Poco se nombraba a Russ. El pivote negro vivía a la sombra de su compañero. Alguien que, con el tiempo, se dio cuenta que no había hecho lo suficiente y se sintió culpable. Tan mal se sintió Bob que, a los 85 años, le escribió una carta con una profunda autocrítica y un solo pedido.“Sé que vos y yo no fuimos grandes compañeros. Pero viendo para atrás creo que tendría que haber hecho mucho más. No fui consciente de lo que estabas sufriendo. Sé que todo esto llega tarde. Pero al menos puedo pedirte: perdóname, Bill”, escribió.

Bob cousy y Bill Russell en un abrazo historico

Russell vivió un infierno en Boston. Tampoco se quedó callado. Y, de a poco, pese a lo difícil de la situación, se fue transformando en líder contra la desigualdad racial.

Tanta bronca generó que él también empezó a odiar a una ciudad, en vez de tenerlo como ídolo, lo veían como un enemigo. Un sentimiento que él no ocultaba. «Preferiría estar en una cárcel de Sacramento antes que ser alcalde de Boston. Es un nido de racistas», dijo alguna vez.

Para la comunidad afroamericana, en cambio, fue un ídolo, un referente, un líder. Porque en al momento culmine de su carrera, en vez de bajar su voz, Russell la subió. Utilizó su status de estrella nacional en la luchar contra la desigualdad. Fue protagonista del movimiento que empujó hacia la promulgación de las leyes que terminaron con la segregación racial en 1965.

Marcelo Janin