Es 1988, el dolor y la desazón no encuentran limites en el mundo del rock nacional. Hace más de dos meses que Luca Prodan, no está presente. Aunque mucha agua pasó bajo el puente, todavía no hay palabras para semejante pérdida. Después de la despedida de los integrantes de Sumo en el escenario, no parece haber planes concretos de como seguir. ¿Cómo hacer para que la impronta de la banda perviva? La mejor manera de asimilar el golpe, es continuar con el proyecto sonoro de Luca y seguir componiendo música para sus seguidores.
El tiempo fue curando las heridas, pero no porque su ausencia esté pasando desapercibida, sino que la música es el mejor antídoto para curar el alma.
Divididos fue el primero en entenderlo, con “40 dibujos ahí en el piso”, en 1989. Diego Arnedo y Ricardo Mollo junto al baterista Gustavo Collado conformaron la banda. Pettinato que en un principio iba a formar parte del proyecto, se fue del país para hacer su propio camino.
El primer álbum que lanzaron no tuvo demasiada repercusión, pero el perfil del italiano se podía ver como impronta de la banda. Temas como “Haciendo cosas raras” y “Enciende mi fuego” (una canción en inglés de The Doors), tuvieron su lugar en el trabajo discográfico. A medida que pasó el tiempo las melodías empezaron a llegar y a dejar una huella. En su segundo álbum, a fines de 1991, lanzaron “Acariciando lo áspero”. Con canciones como «El 38», «Sisters», «Ala delta», “El burrito” y “Cielito lindo”, entre otras. Su primer gran éxito, vino de la mano del disco “La era de la boludez”, en 1993. Desde entonces se empezó a vislumbrar que el grupo tenía potencial para construir su propio camino, para convertirse en la aplanadora del rock.
En cuanto a Las Pelotas, la procesión fue por dentro. Su nacimiento se dio en aquel lugar que vio nacer a Sumo. Las sierras cordobesas fueron cómplices de lo que se gestaría con la unión de Germán Daffunchio y Alberto “Superman” Troglio, quienes tentaron a Alejandro Sokol para ser su vocalista. Para completar la banda, tuvieron que pasar muchos miembros, hasta lograr consolidarse con Tomás Sussman en guitarra y Marcelo Fink en bajo. Recién en 1991 lanzaron su primer trabajo discográfico titulado «Corderos en la noche», en el álbum participan como invitados Mollo y Arnero. La unión que dio sus frutos, con grandes hits como: “Sin hilo”, “Bombachitas rosas” y “Shine”.
En 1994, presentaron su segundo álbum “Máscaras de sal” donde resaltan temas como: “Capitán América”, “Si supieras” y “Escaleras”.
Con estos éxitos fueron cimentando los pilares de su sólida trayectoria.
Tuvieron que soportar el gran sabor del éxito y la despedida más dura. El 12 de enero de 2009, se produce un doloroso quiebre en la banda. Sokol murió a causa de un paro cardiorrespiratorio en la terminal de ómnibus en Córdoba, mientras esperaba un autobús de regreso a Buenos Aires.
El reencuentro de los músicos se dio en el marco del Quilmes Rock 2007, en homenaje a Luca Prodan.
Los caminos de ambas bandas, formaron una “U”. Ellos iniciaron en un mismo punto y el tiempo los mantuvo por dos senderos paralelos. Si bien estos no se cruzan, la música los ha juntado en más de una ocasión. En más de tres décadas, supieron ser referentes y mover multitudes llenando el gran vacío que dejaron Luca Prodan y Alejandro Sokol, que permanecen en la memoria. Ellos confirmaron que tras la muerte hay vida, hay un legado que pervive y pervivirá en el futuro. Escucharlos permite sentir el despertar del alma. Con una ráfaga de su música, da la sensación de que siguen aquí.
Jonathan Herlein, 2° A turno mañana