La falta de actividad en cuarentena por el coronavirus, evidentemente, no es para todos. Así lo sufre el Club Biguá de Mar del Plata, que en la noche del miércoles 13 de mayo sufrió su tercer robo en dos meses, lapso en el que aún estamos en confinamiento social preventivo y obligatorio. «Nos desmantelaron», le dijo Sebastián Garro, el presidente de la institución que recibe jugadores de rugby y hockey sobre césped, a Olé.
La incertidumbre colmó la paciencia de la comisión directiva que expuso sus reclamos a los organismos de seguridad de la ciudad y la provincia y comunicó la problemática a sus socios.
Garro contó: «No sabés qué tristeza llegar al club y encontrar que falta todo. Habíamos hecho una pequeña obra para tener una cancha sintética de hockey, la habíamos iluminado… Llegamos al club y vimos que se habían robado hasta los faros». Una cancha de hockey sin duda es un gran avance para las instituciones del club y para que los jugadores/jugadoras sigan creciendo y mejorando su rendimiento cada día.
Biguá queda en el sur de Mar del Plata, en la zona de Parque Camet, donde, según informes de la prensa local, se han registrado innumerables hechos de inseguridad en este último tiempo. También sufrieron robos el club Hípico, Sporting, De Biguá se llevaron material deportivo, una desmalezadora, herramientas, luces LED y hasta cables subterráneos. «Se subieron a columnas de nueve metros, trabajaron tranquilos toda la noche y seguramente cargaron todo en una camioneta. ¡Se llevaron 300 metros de cable subterráneo! ¿Sabés cuánto pesa eso?», expresó indignadísimo el presidente.
¿Presencia policial? A 300 metros hay un destacamento y sobre el fondo del club, Policía Montada. «Evidentemente no vieron nada, llamamos y nunca tenemos respuestas de la Policía», agregó el dirigente. Muy raro que no hayan hecho nada, ni escuchado nada pero, lamentablemente, estas cosas en este país son normales.
«Estamos a la buena de Dios, sentimos que estamos en una zona abandonada, no hay cámaras, alumbrado, seguridad. Nosotros tenemos un casero que vive en el club pero no puede hacer nada. Ahora contratamos un sereno para tener vigilancia las 24 horas y trajimos perros, a ver si con esto no nos roban más.- Bah, igual ya no hay nada para que se roben. Sinceramente, no sabemos cómo vamos a seguir», se lamentó el presidente. Con un futuro incierto, Garro no sabe qué puede llegar a pasar más adelante cuando termine esta cuarentena, pero sin dudas estas cosas son las que terminan perjudicando a los chicos de ese club, que se entrenan para que en un futuro puedan llegar a ser alguien en ese deporte.
“A esta altura tenemos que agradecer que solamente sufrimos daños materiales. La verdad es que al anochecer la zona está muy oscura y puede pasar cualquier cosa”, afirmó Garro.
Biguá cuenta hoy con unos 500 socios y de acuerdo a la visión del propio directivo, “no son solamente ellos, sino sus familiares los que vienen al club, así que hablamos de 500 familias. Tenemos una linda vida social, venimos creciendo y nuestra política es no meter presión con las cuotas, porque sabemos que la situación está muy difícil y queremos priorizar que la gente continúe en el club. Todavía no tenemos certeza sobre cuándo podremos restablecer la actividad, pero mientras tanto nuestro compromiso es poder cumplir con los sueldos de los profesores y la gente que trabaja en el club. Los subsidios que se están otorgando a las entidades deportivas nos van a ayudar”, aseguró.
Biguá fue uno de los primeros clubes que hicieron un mea culpa y difundió que iba a tomar medidas internas para concientizar a los jóvenes del club luego del terrible asesinato de Fernándo Báez Sosa a manos de un grupo de rugbiers de Zárate.
Allí jugó un actual integrante de Jaguares y Los Pumas, Nahuel Tetaz Chaparro.
Bautista Janin