Su estado emocional es imperceptible. Se muestra apagado, tranquilo casi hasta hacerse una presencia fantasmal. Sin embargo, no pasa mucho tiempo antes de que deje fluir sus emociones porque, una vez que se supera su histrionismo, las excentricidades, la arrogancia y los piercings, la característica abrumadora de este simbólico erudito del baloncesto siempre ha sido su vulnerabilidad.
Con toda seguridad, todos recuerdan su conferencia de prensa en 1990, cuando fue presentado como Jugador Defensivo del Año en la NBA. En aquél entonces, apenas era un chico de aspecto limpio, vestido en jeans y zapatillas deportivas, que jamás había probado el alcohol y que se encontraba tan abrumado por la magnitud de su logro que no era capaz de hablar sin sollozar.
Rodman debe lidiar con muchas cosas por estos días, particularmente entender cuál es su propósito en la vida hoy en día, cuando ha pasado mucho tiempo desde que sus hazañas en el baloncesto quedaron relegadas en los libros de historia.
Rodman afirma que desea convertirse en el padre que nunca tuvo. Philander Rodman Jr. abandonó a Dennis cuando éste tenía 3 años y no volvió a ser visto hasta que su hijo se convirtió en estrella de la NBA. «El Gusano» tiene 3 hijos (DJ y Trinity nacidos en los años 2000 y 2001. Y su hija mayor, Alexis, nacida en 1988 en su primer matrimonio). Ellos también han crecido en gran medida sin la presencia de su padre.
Rodman creció en Dallas con sus hermanas Debra y Kim y su madre Shirley. Era un chico tímido en exceso, que se aferraba a la blusa de su madre siendo niño pequeño, quien seguía diligentemente a sus hermanas mayores donde quiera que fueran. Eran pobres, su madre trabajaba en varios empleos para poder mantenerlos y le tocaba defenderse solo, intimidado por los otros niños de su barrio. Era un joven solitario, con temor de lo que el futuro le podría deparar.
“Pensé que terminaría en la cárcel”, explica Rodman. “Pensé que traficaría drogas o terminaría muerto. Esas eran mis opciones”.
Sus hermanas se destacaron como estrellas del baloncesto mientras él zozobraba, quedando fuera del equipo de fútbol americano en secundaria y subestimado como prospecto del baloncesto. Cuando Dennis se graduó, Shirley, su madre, le dio un ultimátum: o consigues un empleo… o buscas un nuevo lugar para vivir.“Ella me sacó de la casa”, dice Rodman. “Cambió la cerradura. Tenía, sabes, una bolsa de basura llena de ropa. Dejé la casa y me senté en la escalera del complejo de apartamentos, sin tener a dónde ir. Fui a casa de mi amigo». Me respondió: ‘Te puedes quedar en el jardín, en el sofá’”.
“Cada día cuando me despertaba, me iba al auto lavado, tratando de hacer dinero extra. O me iba al 7-Eleven, trataba de ponerme a hacer cajas, desechar botellas, cosas así, por cinco dólares diarios”.
Así fue su existencia, de una u otra forma, durante casi dos años. Jugaba baloncesto durante todo el día, crecía tan rápido que su ropa se rompía.
“No me sentía triste”, recuerda Rodman. “Nunca lloré por no poder ir a casa. Nunca lloré por mis hermanas y mi madre, mi denominado ‘padre’ o por los familiares que no conocía. Estaba acostumbrado a vivir la vida de esta forma”.
Su proceso de crecimiento lo llevó de ser un aspirante delgaducho de 5 pies y 6 pulgadas a una gacela de 6 pies, 8 pulgadas, capaz de volcar el balón. Terminó jugando en una liga de verano y fue descubierto por la Universidad Southeast Oklahoma, donde se convirtió en All-American en tres ocasiones a pesar de ser objeto de epítetos raciales en una comunidad que dudaba en adoptar a una súper nova de origen afroamericano. Se convirtió en una historia improbable de éxitos, pero fue algo complicado, siempre complicado, porque esas emociones siempre estuvieron tan cerca de la superficie.
Para el momento en el cual fue elegido en el draft por los Detroit Pistons en el puesto 27 del draft de la NBA de 1986, Rodman se encontraba distanciado de su madre. Su padre había quedado en el olvido, como todo un fantasma, hasta una noche en 1997, mientras él jugaba con los Chicago Bulls. Dennis recuerda que Philander se apareció en el complejo previo a un día de partido.
“Íbamos a jugar contra Utah Jazz y había llegado tarde a la práctica… sí, yo había llegado tarde”, afirma. “Estaba llegando en mi auto a la puerta del Berto Center y este señor afroamericano se acerca a mi camioneta, diciéndome: ‘Necesito hablar contigo. Necesito hablar contigo’. Le respondí: ‘Hombre, estoy llegando tarde a la práctica’. Y él me contestó: ‘Sólo quiero hacerte saber que soy tu padre’. Como si nada, de repente. Y le dije: ‘Oh, vamos, ¿tengo que lidiar con esto precisamente hoy?’”.
Rodman asumió que el hombre era un impostor; había crecido acostumbrado a estar rodeado de gente que trataba de sacarle dinero. No pensó más al respecto hasta la mitad del partido, en un descanso, cuando él se dio cuenta de una conmoción en las tribunas. “Me estoy dirigiendo a la banca y ocurre que miré hacia arriba y dije: ‘Espera, hombre, ¿qué está pasando ahí?”, explica Rodman. “Y alguien me dijo: ‘Hombre, ese es tu padre. Está firmando autógrafos, concediendo entrevistas’”.
“Pero seguía pensando que se trataba de un timo”, prosigue Rodman. “Cuando el partido había terminado y regresábamos al vestuario, un reportero me preguntó: ‘¿Sabías que tu padre estaba presente?’ Le respondí: ‘No’. Él prosiguió: ‘¿Sabías que había escrito un libro sobre ti?’ Contesté: ‘No’. Y él me dijo: ‘Porque, sabes, es un éxito de ventas’. Sigo creyendo que se trata de un chiste gigantesco, porque este hombre salió de la nada y jamás le había visto antes”.
El documental 30 for 30, que incluye varias entrevistas con una amplia cantidad de miembros de la familia de Rodman, incluye un video del jugador en su discurso de exaltación al Salón de la Fama en 2011 en el cual, tras hacer una pausa para mantener la compostura, Rodman pide disculpas a sus hijos por no haber estado presente.
“Todos tenemos que lidiar con nuestros demonios. He lidiado con muchos. El alcohol es uno de ellos, todos lo saben. Pero creo que el único demonio importante con el cual estoy lidiando en estos momentos es intentar convencerme a mí mismo de que soy un buen padre. Eso es lo peor para mí. Y por alguna razón, es tan difícil para mí. Es sumamente difícil para mí romper con ese ciclo, ¿sabes? Sientes que ya es demasiado tarde. Es una de esas situaciones en las cuales nunca tuve a nadie que quisiera (amarme)”.
“Algo que cambió toda mi vida ocurrió un día, cuando Isiah Thomas se acercó a mí”, afirma Rodman. “Me apartó a un lado y me golpeó tan fuerte en el pecho, diciéndome: ‘¿Sabes una cosa, Dennis? Esto no es un juego. Esto no es un chiste. Queremos ganar un campeonato. Tienes que espabilarte, mantener la compostura y mantener la cabeza concentrada. No puedes seguir saliendo con (el gigante de los Pistons) John Salley. Debes hacer tu trabajo”.
“Eso cambió toda mi perspectiva con respecto a la NBA, porque pensaba que se trataba de un campo de juegos gigantesco. En aquellos días, estaba bastante perdido, aunque estaba perdido en medio de la felicidad”.
Los Pistons ganaron campeonatos consecutivos en 1989 y 1990, pero su apodo era el de “Bad Boys” (“Chicos malos”), concepto que entraba en conflicto para un joven jugador que estaba sediento de aceptación… y afecto. En 1992, mientras estaba esperando en las entrañas de la arena del Orlando Magic para ingresar a la cancha para las festividades del Sábado del Juego de Estrellas, el anunciador comenzó a mencionar los nombres de los participantes del juego del domingo. Cuando anunció a Dennis Rodman, la multitud comenzó a abuchear fuertemente. Rodman, con sus ojos borrosos, le preguntó a un reportero: “¿Por qué me odian?”.
Su peor momento se produjo en febrero de 1993, cuando la policía lo descubrió dormido en su camioneta en el estacionamiento del complejo de los Pistons de Auburn Hills con una pistola cargada sobre su regazo.
A pesar de todo, Rodman fue capaz de ganar siete títulos consecutivos como mejor rebotero de la NBA entre 1992 y 1998, se tiñó su pelo de todos los colores del arcoíris, se colocó piercings en nariz y labios, tuvo una breve relación con Madonna y un breve matrimonio con Carmen Electra. “El Gusano” era omnipresente, tanto en las fiestas como en el circuito de la NBA.
En 1995, Rodman se unió a Michael Jordan y Scottie Pippen, ganando tres campeonatos consecutivos con los Bulls. Sus excentricidades lo convirtieron en un personaje instantáneamente reconocible, un personaje de la NBA.
“Ahora, mis hijos quieren venir y estar cerca de mí e intento entender si puedo conseguirlo”, admite Rodman. “Si me puedo sentar y pedirles lo siguiente: ‘Olviden todos mis logros. Olviden todos mis premios. Olvídense del dinero, olvídense de la fama, olvídense de las mujeres, olvídenlo todo. ¿Puedo pedirles que pongan todo eso a un lado y me den apenas una pequeña parte de mi vida para así conocer bien a mis hijos?’ No solo puede ser por un momento para después volver a ser Dennis Rodman otra vez. ¿Puedo estar presente de forma consistente? Eso es lo único con lo cual estoy luchando”.
Alexis, su hija mayor, quien ha visto a su padre de manera intermitente en su vida, dijo: «Mi padre es una persona realmente hermosa».
Marcelo Janin