Recientemente se estrenaron en Netflix los dos primeros episodios de The Last Dance, la exitosa serie documental que relata la temporada 1997/98 de los Bulls, equipo que venía de ser bicampeón de la NBA y empezaba a atravesar un período de crisis. Aunque el objetivo de esta producción es mostrar el último año de Michael Jordan en la franquicia de Chicago, también cuentan los inicios de la estrella y su recorrido para llegar a la cima del deporte.
El escolta fue drafteado por los Bulls en 1984 luego de lucirse por tres años consecutivos en la Universidad de North Carolina. Jordan se había hecho un nombre, pero mucha gente dudaba de que se fuera a destacar en la NBA. Su altura (1,98m) en una liga llena de gigantes generaba dudas. Por esa razón fue seleccionado en el tercer puesto, quedando por detrás de Hakeem Olajuwon y Sam Bowie.
En su primera temporada (1984/85) en Chicago comenzó a dar que hablar. Promedió 28,2 puntos, lo que hizo que fuera parte del All-Star Game y lo eligieran como Rookie del Año. En esa campaña terminarían cayendo ante Milwaukee Bucks en la primera ronda de los playoffs. Los Bulls todavía eran un equipo débil, y debían sumar estrellas para acompañar a Michael.
La segunda temporada de Jordan en la NBA no comenzó de la mejor manera. Una fractura en el pie provocó que esté fuera en 64 de los 82 encuentros. Pero el alma competitiva de Michael hizo que volviera a la acción en los últimos partidos, en contra de las recomendaciones de los médicos y con un limite de 7 minutos por cada tiempo que era una orden por parte de la directiva y de no ser cumplida el técnico de aquel momento llamado Stan Albeck sería despedido de su cargo. Él creía que la directiva de Chicago quería que no ganaran y así quedar mejor posicionados para el siguiente draft, pero para «su majestad» perder no estaba en su vocabulario y llevo a los Bulls a los playoffs.
Por haber terminado con un récord de 30-52, quedaron en el octavo lugar de la Conferencia Este y en la primera ronda tuvieron que enfrentarse a los poderosos Boston Celtics lleno de grandes jugadores como Larry Bird entre otros. En el primer encuentro de esa serie, Jordan, ya sin restricciones de tiempo, anotó 49 puntos, pero no alcanzó para que su equipo diera pelea: Los Bulls cayeron por 123 a 104. La sorpresa llegaría en el segundo juego.
Con la espina en el ojo por no haber podido ganar el primer partido, Michael salió motivado al Boston Garden. Se puso el equipo al hombro y con todo su talento dio una exhibición de básquet. El encuentro terminó yendo a dos tiempos extras y los Celtics fueron vencedores por 135 a 131, a pesar de que Jordan anotó 63 puntos (récord absoluto en playoffs), dejando anonadados a fanáticos y rivales.
Ese equipo de Boston era el más dominante de la liga, y contaba con cinco jugadores que terminarían siendo integrantes del Salón de la Fama. A pesar de eso, Jordan parecía imparable. “Creo que es Dios disfrazado de Michael Jordan», declaró Larry Bird después del encuentro, frase que quedó para la historia.
Marcelo Janin