Son conocidas las múltiples y variadas acciones de solidaridad en el país de voluntarios y estudiantes de enfermería que son instruidos de manera acelerada y salen a ofrecer su ayuda. Diseñadores con la capacidad de producir barbijos en gran cantidad, o los mismos ciudadanos, con el simple hecho de respetar la cuarentena. Sin embargo, existe el otro lado de esa misma moneda, en el cual enfermeros y enfermeras a lo largo de todo el país quedan expuestos de manos atadas ante esta situación de riesgo.
Aunque para algunos, la Argentina es un “modelo” para los demás países, pero la aparición del coronavirus sacó a la luz varias falencias en los sistemas de salud y en la sociedad. La escasez se volvió un factor común en varios hospitales, como el caso del Hospital General de Agudos Ramos Mejía, el cual fue foco de noticias a partir de un video en el que se muestra parte del personal sanitario reunido en la capilla que posee dicho establecimiento, en reclamo de insumos para su prevención y la de su entorno. “Si estamos en guerra, no nos manden desarmados”, declaró una enfermera de la institución en una nota con Revista Noticias, en un pedido ante las autoridades del sistema sanitario. Similar fue lo vivido en el sur del país, más precisamente en Neuquén, en el cual un grupo de enfermeros debieron elevar una carta hacia su sindicato en reclamo de distintos materiales, como guantes impermeables, barbijos Nº95 (una eficiencia mayor que los más comunes) y gafas, entre otras cosas.
Por otro lado, las fallas no solo corresponden a la escasez material, sino que provienen de las falencias humanas en el día a día luego de esos 60 segundos de reconocimiento.
En una breve serie de preguntas de PIRÁMIDE INVERTIDA con Francisco, enfermero en el Hospital Naval en Caballito que no quiso que se publicara su identidad completa, cuenta cómo viven esta compleja situación. “La verdad, es estresante vivir alerta en el trabajo cuidarse todo el tiempo. La gente no toma conciencia, muchos (por los pacientes) no avisan que tienen síntomas, exponen a la gente de salud y a todos a su alrededor”, explica Francisco. Además, como persona detrás de su trabajo, transmite con impotencia lo que ve a diario: “No veo a mi hija desde el 16 de marzo, es muy difícil estar lejos de ella y ver que hay gente que sale sin sentido, la verdad a uno lo pone peor. A mí me encantaría poder estar en mi casa con ella y no saliendo todos los días a trabajar y exponiéndome al virus.” Así es como deja al desnudo los pasos que no faltan dar como sociedad en una lucha que es de todos y no solamente de aquellos que son la primer línea de prevención o cuidado, que con temor por ellos y sus familias todos los días se levantan, se ponen su ambo y hacen su trabajo de la mejor manera posible, resistiendo toda adversidad.