La problemática del Conicet

Hacer ciencia siempre ha sido un desafío difícil a lo largo del tiempo y la historia. Avanzar entre los escombros del sentido común,  no es […]

Hacer ciencia siempre ha sido un desafío difícil a lo largo del tiempo y la historia. Avanzar entre los escombros del sentido común,  no es tarea sencilla entre los avatares de la metodología científica. Particularmente durante los últimos años, en nuestro país, se han incrementado los problemas. A las dificultades que atraviesa un científico casi por  su propia labor, debemos sumarle la falta de presupuesto: desde compra de insumos básicos hasta atrasos en el pago de servicios. Ingresos insuficientes de recursos humanos para sostener el sistema académico y científico, retrasos en los pagos de proyectos. Todo esto en un marco de la profunda crisis económica del país. Como si esto fuera poco, también debemos incluir declaraciones públicas por parte de determinadas autoridades que no han favorecido a los ánimos del sector científico. Pero, ¿Qué es el CONICET? o, reformulando la pregunta con intereses prácticos: ¿Para qué sirve el CONICET?

La ley 25 .467, sancionada en agosto de 2001, definió el sistema nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y esbozó sus objetivos y principios. El CONICET, como organismo nace en 1958 de la mano del Nobel en medicina Bernardo Houssay. Desde entonces este organismo autárquico público y nacional ha tenido distintos momentos de crecimiento. El CONICET es clave como herramienta para generar políticas públicas a través del conocimiento de avanzada de la técnica humana. Debe ser un organismo enfocado en estimular el desarrollo social y productivo, la actividad agropecuaria, pesquera y forestal, para la industria y la energía, para mejorar la salud y la educación y cuidar el medio ambiente. Podríamos resumirlo en trabajar para que las consecuencias de ese trabajo sean asegurar ciertos niveles de calidad de vida.

Dicho esto, introduzcámonos de lleno en la problemática actual del sector.

La comunidad científica comparte una preocupación por el futuro de una actividad crucial para el desarrollo del país como lo es la ciencia. Es importante establecer un diagnóstico lo más claro posible para que el debate sea lo más adecuado posible y vehiculice posibles soluciones.

El CONICET es probablemente el organismo más importante de ciencia a nivel nacional. Es quien reúne a la mayor cantidad de empleados del sector (administrativos, personal de apoyo y científicos). De 109.000 agentes en el sector, el 93% se desempeña en entidades estatales. El otro 7% en el sector privado. Si tomamos la totalidad de los que se emplean en el sector público, el 28 % lo hace en el CONICET. Del total de agentes, unos 29.000 han alcanzado el doctorado. Como en todos los países, el grupo de investigadores ya doctorados son la porción más relevante del sistema y eje de toda política científica.

En base a estos números, CONICET debiera incorporar aproximadamente 800 agentes por año para mantener al sistema científico. Están ingresando aproximadamente 450 agentes.

Todo esto mencionado no ha hecho que el organismo deje de avanzar en los diferentes puntos por los cuales se trabaja, y lo que lo ha llevado que en el año 2014 esté dentro de las 80 instituciones de producción científica e investigación más importantes del mundo entre las casi 5.000 que hay según el ranking de Scimago. Comparándola con otras instituciones de Latinoamérica, solo quedó detrás de la Universidad de San Pablo, que se ubicó en el puesto 10 y por delante de la Universidad Nacional Autónoma de México. En lo que comprende a carácter de innovación también se ubicó detrás de la Universidad de San Pablo que quedó en el puesto 130 mientras que el CONICET quedo en el 192. Desde el 2014 en adelante el ranking del CONICET se ha mantenido dentro de estos niveles siempre por detrás de la Universidad brasileña y por delante de otras Universidades Latinoamericanas.

Este avance dentro del ranking no debería tapar la diferencia entre lo que en algunos países corre por cuenta de Universidades y en Argentina lo realiza este organismo. Dentro del ranking que proporciona Scimago se puede ver claramente como en todo Latinoamérica en materia de investigaciones, las universidades son quienes llevan esto adelante. La Universidad de Buenos Aires (UBA) es quien quedaría en segundo lugar de este ranking, ocupando el puesto número 11 a nivel Latinoamericano y el 479 a nivel mundial.

Lo que no podemos dejar de destacar y rescatar es que este organismo tiene  que ser clave para estimular el desarrollo social y productivo, la actividad agropecuaria, pesquera y forestal, para la industria y la energía, mejorar la salud y la educación, cuidar el medio ambiente. En definitiva podríamos decir que las consecuencias de ese trabajo sean asegurar ciertos niveles de calidad de vida.

Pablo Frontini
2° «B» T.N.