Coco, un éxito que anima y enseña

El film de Disney, que centra su historia en del Día de los Muertos, deja más de una enseñanza tanto para los más chicos como […]

El film de Disney, que centra su historia en del Día de los Muertos, deja más de una enseñanza tanto para los más chicos como para los grandes. Los detalles de un éxito a nivel mundial.

Hay quienes piensan que las películas animadas no pueden transmitir más que risas para para los niños. También están aquellos que ven con recelo a Disney, compañía de la cual dicen que sólo le importa recaudar sin mostrar interés en el contenido que produce. Para esos dos grupos de personas, bastaría una recomendación para hacerles replantear su manera de pensar: ver Coco.

La historia se centra en Miguel, un niño mexicano que sueña con ser músico a pesar de que por mandato familiar su profesión debería ser la de zapatero. Su rebeldía ante la situación se produce justo en el Día de los Muertos -celebración típica de México- y la magia de la ficción permite que conozca en la Tierra de los Muertos a sus familiares ya fallecidos.

Hasta acá, sólo parece una fantasía típica de Disney. Pero no, hay cuestiones más profundas que se desprenden de la trama. Una de ellas es justamente la rebeldía de Miguel ante la negativa por parte de su familia por perseguir su sueño de convertirse en músico. Un inspirador mensaje para todos aquellos que deseen emprender su propio camino, por más difícil que pueda parecer.

Sin embargo, en ese mismo conflicto puede hallarse otra enseñanza: el amor por la familia. El encuentro de Miguel con sus parientes muertos -entre ellos su abuelo Héctor, con el cual logra tener una gran relación incluso sin saber acerca de su vínculo- le hace entender que las decisiones que sus seres queridos toman, por más erradas que sean, son siempre para su bien. Por otro lado, sus familiares también comprenden que deben dejarlo tomar sus propias decisiones en pos de su felicidad.

De todas formas, quizás lo que más puede llegar al público es cómo el film trata todo lo relativo a la muerte. Según se dio a conocer, los productores de Disney dedicaron años en recorrer México para intentar captar al máximo la esencia del Día de los Muertos, una fiesta típica que tal vez en otros lados pueda parecer tétrica, triste o hasta incluso morbosa.

Según la tradición mexicana, la celebración de este día se basa en honrar a los ancestros. El hecho de no olvidar a los antepasados y recordarlos con alegría es vital en el ritual, y da pie a un análisis que la sociedad debe hacer, y que es fundamental que los chicos hagan para crecer con una concepción distinta de la vida. Porque la muerte es parte de ella.

En gran parte del mundo occidental se vive a la muerte con un fuerte sentimiento de tristeza que la pérdida genera. Lo que Coco plantea, con una representación muy bien lograda de la tradición mexicana, es que la muerte no es el final de una persona. Y con esto no se refiere sólo a algo religioso, en donde se cree que existe una vida espiritual más allá de la terrenal, sino que también busca enseñar que las personas nunca dejarán de existir para sus seres queridos, que año tras año los recuerdan con alegría.

Las emociones son fuertes. Si bien la cinta goza de diversión, color y música, las lágrimas pueden llegar a ser inevitables porque los sentimientos que los personajes experimentan, traspasan la pantalla grande. Esa combinación de sensaciones convirtió a Coco en un éxito a nivel mundial, donde logró recaudar más de 700 millones de dólares y además se convirtió en la película más taquillera en la historia de México.

Más allá del dinero, la producción de Disney logró obtener dos premios Oscar -por mejor película animada y mejor canción original-, un Globo de Oro y un BAFTA, ambos también por mejor película animada. Eso sin contar a los prestigiosos premios Annie, de los cuales obtuvo un total de 11.

Claramente, Coco puede confundir al público en general son la típica estética animada de Pixar más los pintorescos esqueletos alusivos al Día de los Muertos. Pero más allá de la animación y de las risas, hay mensajes que merecen ser atendidos. Por los chicos, y también por los más grandes.

Martín Bugliavaz (2°B TN)