El beat de la cuestión

Caminando por la ciudad, de un tiempo a esta parte, uno puede pasar por la puerta de un kiosko y escuchar melodías de bajos agresivos […]

Caminando por la ciudad, de un tiempo a esta parte, uno puede pasar por la puerta de un kiosko y escuchar melodías de bajos agresivos y rimas picantes, así como también es posible llegar a un parque y ver una multitud reunida para ver a un grupo de chicos “batallar” al ritmo producido íntegramente por la boca de un beatboxer. Bien podría tratarse de un recorrida por algún gueto estadounidense, pero no. Esto ocurre en cualquier lugar de Capital Federal, Gran Buenos Aires o del interior, pero tiene su epicentro en el barrio porteño de Caballito, más precisamente en el Parque Rivadavia, y es el resultado de la irrupción de la cultura urbana en el país, a través de dos géneros importantísimos: el freestyle y el trap.

Ambos estilos surgieron en los barrios bajos de Estados Unidos y fueron expandiéndose por el continente hasta llegar al otro extremo, dónde encontraron una juventud interesada en la cual echar raíces y expandirse, hasta poder asentarse y llegar al éxito que tiene actualmente.

Uno de los principales responsables de este fenómeno tiene tan sólo 19 años. Su nombre es Alejo Acosta, más conocido como Y$Y A. Junto con el MC “Muphasa”, es uno de los organizadores del “Quinto Escalón”, la competencia de freestyle de plazas más concurrida de habla hispana, que comenzó a organizarse en marzo del 2012 y fue aumentando su popularidad, llegando al auge de su masividad en el año 2016. El sábado pasado la competencia tuvo su cierre después de cinco años, con lo que fue la final del evento en el Estadio Malvinas Argentinas. En la previa, Y$Y A se tomó un tiempo para reflexionar, repasar todo lo vivido y analizar la popularidad que están viviendo: “Mañana tenemos el cierre de toda la historia, nada menos que en el microestadio Malvinas Argentinas. Y lo más loco de todo es que… no sé… ¡yo ahora tengo 19 años! Somos muy jóvenes y estamos logrando un montón de cosas que muchas personas quisieron lograr en el país, porque hay una escuela de Hip Hop bastante vieja. Desde que Jazzy Mel empezó a rapear en los ‘90, o cuando El Sindicato ganó un Grammy en 2001 fueron pasando varias etapas y el rap nunca la pudo pegar”.

Agotar las entradas para un espectáculo en un estadio no es cosa de todos los días, mucho menos para algo que empezó entre amigos. Y$Y A lo sabe y asegura que una de las claves, es su corta edad y su capacidad de aprendizaje. “Nosotros tenemos esa bendición de ser tan chicos y estar en el momento exacto. Lo más loco está pasando día a día. Cada día pasa algo más loco que el anterior. Cada vez aprendemos más, nos manejamos mejor, rapeamos mejor. Estamos creciendo a pasos gigantescos. Creo que lo más loco es lo rápido que estamos creciendo mentalmente, musicalmente y como personas también, porque el Hip Hop es un estilo de vida, no es sólo música: el rap es el ritmo, el Hip Hop es una forma de vida”.

El éxito, los flashes y la popularidad son el fruto del sacrificio que no todos conocen, pero del que Y$Y A no puede olvidarse. “Empecé a los 14 años. Rapeábamos con amigos del barrio en los colectivos para juntar la plata para los eventos que hacíamos en ese entonces. Armábamos festivales de tres días -viernes, sábado y domingo- cada seis meses. Éstos eran de hip-hop, donde había competencia de break dance, beatbox, graffiti, DJ, beatmake, freestyle y tocaban 15 bandas nacionales. A los 15 traje a Dano y a Fushion de España. Todo esto lo sustentaba yendo a rapear al subte y pasando la gorra y la ayuda de los pibes del barrio, nunca tuvimos sponsor ni ayuda de nadie. La movida Hip-Hop nunca tuvo mucho apoyo en Argentina”, recuerda Alejo, aunque asegura que su amor por el género viene desde mucho antes: “A los 11 arranqué a mirar videos de “Halabalusa”, que era la competencia de freestyle más grande que había en Argentina, y que igual era super underground pero era lo que había en ese momento. A los 12 empecé a ir a un centro cultural en Caballito, donde bailaban break dance, rapeaban… aprendí a tirar beatbox para escuchar rapear a los pibes y después empecé a hacerlo yo. En marzo de 2012, cuando tenía 13 años hice “El Quinto Escalón” y luego de algunas fechas llegó Muphasa”.

Alejo tiene en claro que el final del Quinto Escalón es el cierre de una etapa, por eso no duda y confiesa que está emocionado porque “fueron muchos años de aprender un montón de cosas, pasar por un montón de etapas y cambios, pasar de ser unos nenes de las plazas a ser figuras públicas, pasar de ser quince a ser miles, a tener miles de seguidores. Es el cierre de algo que estuvo muy bueno, pero al mismo tiempo el comienzo de algo nuevo mucho mejor”. A pesar de la nostalgia, todo final anuncia siempre otro principio, por eso Y$Y A reconoce que tiene en vista las puertas que puedan abrirse a partir de esto: “Para mí el Quinto Escalón fue un gran impulsor para que muchos abran los ojos y nos miren, y ahora que nos están mirando nos vamos a poner a hacer lo que de verdad sabemos hacer, que es música. Parece planeado por Dios todo lo que nos está pasando, y estamos muy agradecidos”.

Una de las razones por las que Alejo abandonó el freestyle es la música, su otra pasión, y no le va para nada mal. En invierno hizo un tour por la Patagonia y hace poco volvió de otro por el norte del país. Es evidente que su éxito no sólo está en las batallas. “Para lo que son las bandas Trap, estamos moviendo groso (sic). Ninguna banda del país, que yo haya visto, publicó ningún flyer propio ni un tour oficial de verdad armado por ellos y laburado con una estética y un formato igual en todas las ciudades. Lo que le dimos a la gente estuvo muy bueno y lo vivieron super bien. De acá en adelante queremos seguir trabajando eso, pero producirlo cada vez más…empezar a abrirnos cada vez más lejos: para el año que viene recorrer Latinoamérica y para fines de año ya estar en Europa, si Dios quiere”.

Más allá del éxito de las giras, Y$Y A es consciente de que debe poner el sacrificio que lo llevo a construir el Quinto Escalón o incluso más para que el buen presente se mantenga: “Sabemos que, si aprovechamos la suerte que tuvimos y encima le ponemos el trabajo que le tenemos que poner, podemos ‘hacer destrozos’, que es lo que está pasando: Duki subió un tema y en dos días tiene un millón y medio de reproducciones…es una locura, está compitiendo con los yankees. Y recién arrancamos, no estamos viviendo ni un octavo de lo que va a ser nuestra carrera”.

Sin saberlo, Alejo da el pie para presentar a otro de los grandes responsables del éxito del trap en la Argentina. Duki -su verdadero nombre es Mauro Lombardo- siguió un camino parecido al de su amigo Alejo. Arrancó a competir en el Quinto Escalón, aunque su verdadera ambición siempre fue la música. “A mí me gusta la música de chiquito, soy melómano. Vengo de familia muy fanática de la música. A los 17 años encontré el freestyle y justo empezó el auge de las batallas, de las competencias que se empezaron a hacer conocidas y a mí me gustaba mucho rapear, no batallar. Quería hacer música, pero todavía no estaba preparado”.

La falta de experiencia en el campo musical lo llevó a meterse en el terreno del freestyle, donde demostró tener grandes dotes y supo aprovechar el crecimiento que el Quinto Escalón tuvo entre 2015 y 2016. “En ese momento, yo ya era conocido, destacaba por mi flow y tenía el oído muy afuera era como un adelantado”, explica Duki, que también revela que fue justo en ese instante en el cual vio su oportunidad: “Dije ‘tengo que ganar un Quinto, grabar un tema a la semana y toda la gente va a escuchar mi música’. Fui y lo hice, pero nunca esperé lo que se vino después. Se lo conté a mi mejor amigo y a mi primo, que fueron los que me metieron en esto. Les dije que iba a sacar un tema e iba a tener 200.000 reproducciones. Cuando gane el Quinto, mi tema tenía 2 millones de reproducciones. No caí”.

El éxito de su primer tema le permitió a Duki “retirarse” de las batallas y comenzar a dedicarse de lleno al trap, un género derivado del rap, pero con un paradigma e ideología diferente. “A mi parecer es un cambio rítmico y estético que tuvo el rap. O sea, lo que es el rap en si se lo llevo a otro tiempo y nivel rítmico, hablando en si de lo que es el drumset, el bpm (del inglés “Beats per minute”, los pulsos por minuto en el ritmo musical). En lo estético se refiere a la forma de vestimenta y la forma de vivir. El trap sería como la visión futurista del rap, y a nivel ideología, es vivir sabiendo que estas jugado. Por eso se le dice trap, viene del inglés y significa trampa”, explica Duki.

La combinación de su talento con el éxito que tuvo el género en el país, lo llevó a colarse en los lugares más altos de las listas de reproducción de las distintas plataformas. Su último tema, “She don’t give a Fo”, recaudó más de tres millones y medio de visitas en seis días en YouTube, y ya empieza a repercutir en el ambiente internacional. Duki pasó a ser una personalidad reconocida en el mundillo del trap, y admite que le genera sensaciones encontradas: “A veces es lo más raro del mundo y a veces es lo más normal, porque no todos los días me despierto en papel de artista, de Duki, o en el de Mauro. Hay días que pasa un auto y están escuchando mi música y me emociono, se me pone la piel de gallina. Otras veces pasa el mismo auto y como que me da vergüenza. Y otras veces lo tengo re asumido y le grito. Hace un año que saque mi primer tema y es muy raro que ya sea tan masivo”.

En cuanto a la razón del rutilante éxito del trap, Duki asegura que es algo que va más allá de la música en sí y cree que tiene que ver con la globalización en la que se vive hoy por hoy. “Yo creo que todo tiene su etapa, su momento de evolución, y estamos en la época de la cibernética. Este año fueron crucial las redes sociales, que conectan todo. Así, los pibes pueden encontrar sus modelos a seguir mucho más rápido y hoy en día hay mucho de eso. Lo malo es que tanto acceso a la información hace que los pierdan un poco la personalidad y eso nos favorece a nosotros. Porque esos chicos buscan ser como nosotros o cualquier estrella y se encierran en una pantalla queriendo vivir la vida del que ven ahí”.

En resumen, dos chicos comunes con un talento poco común pueden ser parte de la explicación del porqué este “fenómeno underground” dejó de ser underground hace rato.

Por Augusto Niez-Gay, Leandro López y Lucian Astudillo