Un río humano cargado de promesas y agradecimiento

La peregrinación a la Basílica de Luján es un fenómeno que se repite desde hace 43 años. Entre las miles de personas que parten desde […]

La peregrinación a la Basílica de Luján es un fenómeno que se repite desde hace 43 años. Entre las miles de personas que parten desde Liniers y recorren el trayecto de 61 kilómetros hasta la ciudad bonaerense se cuentan promesas de distinta índole que pertenecen a miles de fieles y particulares, orgullosos de vivir esa experiencia.

Juan Ignacio, de 23 años, transita la avenida Rivadavia, eje principal de la caminata, por cuarta vez consecutiva en motivo de agradecimiento. “El motivo principal por la que hago la peregrinación es agradecimiento. Mi hermana se curó de leucemia tras 11 años de tratamiento. Entonces, mi papá comenzó con este tema, luego seguí yo y el resto de mi familia”, comenta, mientras su padre le alcanza una botella con agua para no deshidratarse.

A pesar del cansancio y los malestares que provoca una travesía de semejante magnitud, Juan no reniega y prefiere pensar en la satisfacción que genera cumplir el objetivo: “Una vez que lo lográs, es inexplicable. Tenés un sinfín emociones. Lo que más sentís es alegría, porque llegaste vos y, además, ayudaste a los demás a llegar”.

En otro sector del conurbano, a metros de la estación Haedo del Ferrocarril Sarmiento, camina Pablo (26 años) con la energía de un primerizo en el evento. “Mi motivación es una promesa futbolística. Si River remontaba la serie de cuartos de final contra Jorge Wilstermann, de Bolivia, venía. ¡Habíamos perdido 3 a 0 en el partido de ida! Entonces, no me quedó otra que caminar (River logró revertir el resultado. Ganó 8 a 0 y se clasificó a semifinales del certamen). Las promesas, si se hacen, se cumplen”, afirma y sigue su curso con un ritmo que tarde o temprano, por su falta de experiencia, le pasará acuse.

Camila (32 años) no transitó vivencia alguna para estar acá. Su juramento es un desafío consigo misma. “Fue una promesa tomada como un desafío personal. Si bien soy devota del catolicismo, lo tomé como un objetivo más en mi vida, impulsado por las personas con las que frecuento en la iglesia, que ya lo habían hecho”, dice a pesar de no cumplir con la meta programada por un inconveniente en General Rodríguez. “No pude llegar ya que, en el último tramo, una compañera se lastimó la pierna y tuvimos que ayudarla con otra de mis amigas. Si bien no cumplí el objetivo final, me pareció satisfactorio porque resistí todo ese tramo. Yo no caminaba ni 10 cuadras”, cuenta, y, con una hamburguesa en la mano, añade: “Hacerlo fue increíble porque estás rodeado de personas con una meta en común y están predispuestas a hacer lo que sea para ayudarte. Se genera un clima y una comunión que te hacen olvidar el cansancio”.

En la misma sintonía, Juan Ignacio (23 años), resalta la importancia de comulgar con otros peregrinos para que el tiempo no se convierta en un obstáculo, pero le agrega otro ingrediente. “Es fundamental el apoyo de la persona que tenés al lado y la fe. Por eso vas rezando durante el trayecto el rosario en reiteradas ocasiones. Te puedo asegurar que cuando lo hacés, se te pasa mucho más rápido el camino”, resalta, antes de realizar una parada técnica para saciar todas las necesidades del grupo a escasa distancia del Municipio de Moreno.

A medida que pasan las primaveras, la cantidad de gente en las peregrinaciones a Luján aumenta considerablemente. Tanto en las caminatas de octubre como de diciembre y en las cabalgatas gauchas que se realizan en el mes de septiembre, los peregrinos acuden cargados de emociones, peticiones, agradecimientos y juramentos por haber alcanzado distintos propósitos. Un ritual que una vez al año se convierte en una zona de promesas.

Patricio Barrese y Melina Córdoba