La Selección argentina de básquetbol, que conduce Sergio Hernández está en una etapa de cambios. Y esas modificaciones no tienen otra cosa que ver con la renovación del plantel: en el mismo no están más Emanuel Ginóbili, Andrés Nocioni, ni Pablo Prigioni, entre tantos históricos. El único que queda es Luis Scola, que con sus 37 años a cuestas, es el encargado de apuntalar a los más jóvenes.
Justamente, ese fue el motivo de la nueva competencia homologada por FIBA, la AmeriCup (que brinda plazas para los próximos Juegos Panamericanos): empezar el camino de la transición con los que quedaron, e ir dándole rodaje y fogueo a quienes en definitiva serán los nuevos componentes del plantel. Facundo Campazzo, Nicolás Laprovíttola, Patricio Garino, Marcos Delia, Gabriel Deck y Nicolás Brussino (la mitad del plantel que disputó este último torneo) son los chicos que estuvieron en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, viviendo de lleno el alejamiento de las algunos de los grandes jugadores que ha tenido este deporte en nuestro país. Algunos con pasos por la NBA y otros por Europa, de ellos dependerá la construcción de esta nueva etapa, ya que forman parte desde hace varios años y han demostrado credenciales suficientes para ser los líderes basquetbolísticos de la nueva generación.
Por detrás de ellos están los jóvenes que se foguean, recién iniciando el proceso de Selección. Tales son los casos de Luca Vildoza, Lucio Redivo, Tayavek Gallizi, Máximo Pjellerup y Javier Saiz. De buen rendimiento en la Liga Nacional, los dos primeros se han llevado su talento a España para disputar la liga ACB. Amparado en esa tendencia, está claro que el básquet argentino es uno de los principales mercados que el mundo observa para reforzar a sus equipos. Siguiendo esa lógica, es inevitable pensar que hay material para suplantar a quienes fueron héroes y leyendas a lo largo de casi 20 años.
El camino para reemplazar a las figuras que tuvo la Selección no va a ser fácil ni mucho menos. Los logros que ha alcanzado la Generación Dorada son inobjetables, como haber bajado dos veces nada menos que a los Estados Unidos (una en el Mundial 2002 y la otra en Atenas 2004), conseguir dos medallas olímpicas (oro en Atenas 2004 y bronce en Pekín 2008) y estar entre los 8 mejores equipos en los Mundiales. Querer seguir haciendo historia y mantener en lo alto el nombre de Argentina en el mundo de la pelota naranja deben ser objetivos cruciales que necesitarán plantearse.
Como todo equipo en formación, este también supo cometer errores. El caso más notorio fue la final frente a los estadounidenses: ante un marcador favorable por más de 20 puntos al finalizar el segundo cuarto, no lo pudo cerrar y se terminó quedando sin el campeonato. En líneas generales, el torneo sirvió más que nada para poder testear y probar a los nuevos jugadores. Si bien no se consiguió el título, haber llegado a una final en un proceso de transición es para destacar y descansar tranquilo, porque Argentina material y crédito abierto para seguir creciendo.
Thiago Saracho Alvarez. 2do B TM.