La prueba de que nunca es tarde para aprender

En Argentina, sólo el 43% de la población termina la Educación Formal Obligatoria, es decir 5º o 6º año de secundaria, en tiempo y forma. La […]

En Argentina, sólo el 43% de la población termina la Educación Formal Obligatoria, es decir 5º o 6º año de secundaria, en tiempo y forma. La cifra asusta, ya que en un país con educación pública y gratuita, más de la mitad de las personas no logran los objetivos de tiempo establecidos. Los motivos son muchos y muy variados: desde chicos que repiten grados y/o años en la primaria y/o secundaria hasta tener que dejar el estudio por la necesidad de salir a trabajar para ayudar en la casa paterna o mantener la propia familia. Debido a la gran deserción escolar, hace años que se implementan en la Ciudad de Buenos Aires -como en otras del país- diferentes currículas de educación para adultos y adolescentes.
Para terminar de estudiar en la Ciudad hay varias alternativas que se adecuan a las necesidades de adultos que ya trabajan, tienen familia y no pueden insertarse en un programa completo de primario y/o secundario. Hay un programa de educación a distancia (“Adultos 2000”), los CENS que son presenciales y los FINES que son específicamente para la gente que comenzó la secundaria, pero les quedan algunas materias para terminarla. Y una sección de cursos especiales de formación válida para realizar emprendimientos laborales. (http://www.buenosaires.gob.ar/educacion/estudiantes/adultos para más información). La oferta es amplia, pero aún así no todos tienen conocimiento de la misma o no están motivados para terminar los estudios.

¿Qué motiva a alguien, que ya tiene una vida armada, a terminar la escuela? ¿Cómo se motiva a alguien que no siente la necesidad? Son dos preguntas que dos personas, de casi la misma edad y con muy diferentes trasfondos sociales responden:

Juan Carlos, de 43 años, es remisero desde hace unos meses; medio año atrás se quedó sin el trabajo de fletero que hacia desde los 15 años. “En la esquina de mi casa, en Ramos, había un empresa de Fletes y Guardamuebles. Un día vi un cartelito, buscaban ayudante de carga y descarga. Yo era un pibe y quería salir y tener mi plata para hacer lo que quería, además en mi casa no sobraba nada, así que una ayuda venía más que bien, me presenté y quedé. Primero trabajaba los fines de semana, pero después me di cuenta de que trabajaba para salir de joda y no podía salir porque trabajaba. Así que empecé a trabajar a contra turno de la escuela. Primero llegué tarde, después no iba porque estaba cansado, después un día ya no fui más. ¡Un tarado!”, cuenta, manejando el cero kilómetro que compró con la indemnización que le dejó el despido. “Trabajé por casi 30 años ahí. A los 18 empecé a manejar yo un camión, a los 25 me compré el propio. A los 28 me pusieron en blanco, me acuerdo de todo”, dice, nostálgico. “Pero el dueño se murió y los hijos, que nunca trabajaron de nada que tuviera que ver con un flete, despidieron a todos, dejaron a los familiares. Nos hacían arreglar una plata por el despido, pero legalmente renunciábamos. Arreglé. ¿Qué iba a hacer? ¿Juicio?».

Y me quedé con 42 años, sin saber otra cosa que hacer fletes y con una familia que mantener. Busqué trabajo, para todo, hasta para repositor en del chino te piden secundaria. ¡Y yo ni terminé 2º año!”, se ríe negando. “Mi nene que tiene 16 me anotó en la secundaria, él es un bocho. A mi no me inspiró él. A mi me llevó él de las orejas a estudiar. Estoy en All Boys, tenemos especialización en Comunicación. Somos varios. Estudiamos en las aulas de abajo de las tribunas. Empecé en abril y no falté nunca. Estudiar me cambió la mente. Ahora sé cosas.”

Pero ¿cómo haría él, que ya está dentro del sistema, para motivar a los que no tienen ganas? “Mira, yo empecé a estudiar por necesidad y porque no le puedo decir que no a mi hijo. Pero ahora estudio porque aprendo cosas que nunca creí saber. Puedo sentarme y charlar con mi familia de par a par, yo tenía calle, pero la calle no te sirve para todo. Yo les diría que prueben una semana, que van a ver qué lindo es que hagas un trabajo y te feliciten. Vale la pena el esfuerzo.”

Pero hay otros motivos para dejar de estudiar: uno, muy poco conocido a veces, es el de los deportistas de elite, como el caso de Walter Peréz, medalla de Oro en Beijing 2008 en ciclismo pista, actual Delegado de la Comisión de Deportistas del Comité Olímpico Argentino. En el ciclo “Charlas con Olímpicos” contó: “Yo tuve la mala suerte de que como mi viejo era tan fanático del ciclismo, cuando yo empecé la secundaria, aparte de que no me gustaba estudiar, comencé a viajar por competencias, y hay que esforzarse mucho más. Entonces le dije: ‘Mirá papá, no puedo estudiar’, y él ni lo dudó: me dijo que dejara. Se pensaba que si competías no podías estudiar. Y hoy me arrepiento un montón, porque no terminé la secundaria. Y ahora, con 40 años, estoy tratando de hacerla, estoy hablando con el ENARD, que dan un curso a distancia con el Ejército. Mi idea es terminarla, principalmente por mí, primero, para tener un poco más de conocimientos, para mejorar. Y después porque tengo un hijo de 14 que está en la secundaria y que mañana me viene y me dice que quiere dejar. ¿Con qué autoridad le digo que no? Le quiero dar el ejemplo y además ahora trabajo mucho con los deportistas jóvenes, que me preguntan ‘¿Qué pasa con el estudio, vos cómo hacías?’ Y no les miento, en ese momento se pensaba que las dos cosas no se podían hacer juntas. Y hoy yo me doy cuenta de que es mentira, que se puede; es más difícil, seguro, pero es fundamental. Yo lo hablo con conocimiento de causa porque gané una medalla de oro olímpica y hace dos años cuando me iba a retirar pensaba ‘¿Y ahora qué?’ Porque mi cuenta bancaria estaba ahí, o sea, podía tomarme un mes sabático nada más. No es como en otros deportes que ganan mucho más dinero y que pueden ver qué hacen.”

Dos ejemplos radicalmente diferentes, pero con una misma motivación, para ellos mismos y para todos los que todavía tienen la chance, no importa la edad, de terminar los estudios. Y como ellos mismos dicen, no por los demás, ni siquiera para conseguir trabajo: la motivación principal es la de adquirir más conocimientos y así inspirar a las generaciones que aún están en edad escolar a no dejar la escuela, no importa lo duro que sea.

Patricio Barrese y Melina Córdoba