Ringo Bonavena, la historia íntima del ídolo en el recuerdo de su hijo

Oscar Natalio Bonavena nació el 25 de septiembre de 1942 y se formó como boxeador en el Club Atlético Huracán. En su carrera deportiva enfrentó […]

Bonavena y su clasico habano

Oscar Natalio Bonavena nació el 25 de septiembre de 1942 y se formó como boxeador en el Club Atlético Huracán. En su carrera deportiva enfrentó a peleadores de la talla de Joe Frazier, George Chuvalo, Jimmy Ellis, entre otros; y al mismísimo Muhammad Alí, en el Madison Square, el 7 de diciembre de 1970 en una velada inolvidable para el deporte argentino pese a la caída.

Sin dudas, fue una persona “sin pelos en la lengua”, con un sinfín de anécdotas y que, además de ser boxeador, supo moverse con soltura en el mundo de la actuación y la música.

El 22 de mayo de 1976 fue asesinado por William Ross Brymer, en Nevada (EEUU), al impactar en su corazón una de las seis balas que este le disparó. Brymer era el guardaespaldas principal del mafioso Joe Conforte, dueño del prostíbulo Mustang Ranch, con quien Ringo estaba vinculado. Su cuerpo fue velado en el Luna Park donde fue despedido por 150.000 personas.

Hoy, su hijo Natalio Oscar,  “Ringuito”, se sienta en la mesa de “Patio Funes”, su bar de vinos, ubicado en su amado barrio de Parque de los Patricios para hablar sin vendas sobre el campeón.

-Si tuvieras que definir a tu papá en tres palabras ¿Cuáles serían?
-Para definirlo elegiría «familiar, amigo y guapo”.

-Si bien eras muy chico (tenía 7 años) cuando sucedió la muerte de tu padre, ¿cómo fue el proceso de entender el trasfondo de lo que sucedió y qué análisis sacaste al respecto?

-Análisis, bueno, me los hice toda la vida. Uno se hace análisis; más cuando a uno se le va un ser querido y de la manera en la que se fue. Pero bueno, yo a veces lo pongo como que fue responsabilidad de él, de tomar ciertas decisiones. Viste cuando te dicen uno es “culpable”. No, uno es responsable de lo que le pasa. No es culpable. Sino, estamos siempre hablando de la culpa de esto, de aquello. Yo no soy culpable. Yo tengo mi responsabilidad y tengo que hacer esto. Él podría haber hecho otra cosa.

-¿Cuándo decís que podría haber hecho otra cosa a qué te referís puntualmente?
-Y, él se podría haber vuelto a Argentina. Podría haber intentado no enfrentar a la mafia en Estados Unidos. Capaz iba en contra de sus principios. Y a veces uno no va en contra de sus principios y piensa: “bueno voy a ir de todas maneras”, sin pensar el trasfondo de lo que puede llegar a suceder. A veces la guapeza te lleva a que vos dejes a tu familia sola.

-¿Alguna anécdota que recuerdes?

-Cuando íbamos a la cancha. La gente se amontonaba para sacarse una foto, para hablar con él, para saludarlo, para decirle: “acá está el campeón”. Él siempre atendía a todo el mundo; era simpático. Capaz que estaba en una mesa y te veía pasar y te decía: “vení sentate a comer”. Una vez me contó una anécdota un tipo que ahora tiene mucho dinero, que en ese momento estaba haciendo la colimba, en el año 65’, cuando mi papá pelea con peralta. Me dijo: “nosotros estábamos en la Colimba y éramos cuatro que salíamos de la guardia; y pasó tu viejo, se bajó, nos vio que teníamos hambre y nos compró un sándwich de milanesa a cada uno. Nosotros que no veníamos de comer hacía casi una semana y teníamos un hambre bárbara. Yo eso no me lo olvido de eso nunca más en mi vida”. Ahora es un tipo que tiene un poder económico bárbaro, de la televisión y dice que no se lo olvida más. Y aparte les dejó cuatro entradas para que lo vayan a ver a una pelea.

-¿Tenés algo de él que sea lo más apreciado para vos?

-Tengo un reloj de mi padre y dos pares de guantes que no están a la venta y, por más que me den lo que me den, quedan en casa.

Por  Lucila Tarantini