A 50 años de la muerte del ícono argentino Leopoldo Marechal

Marechal es uno de esos maestros que la Argentina siempre tendrá en su repertorio. El poeta fue partícipe de una gran parte del siglo XX […]

Marechal es uno de esos maestros que la Argentina siempre tendrá en su repertorio. El poeta fue partícipe de una gran parte del siglo XX y desde ese lugar emanó sus enseñanzas para la actualidad. Cada día, mes y año que se tacha en el calendario, él fortalece  más su mensaje tan significativo: “Solo hombres nuevos podrán crear una sociedad nueva”

Leopoldo Marechal nació el 11 de junio de 1900 y recorrió un estupendo camino hasta el 26 de junio de 1970. Vivió toda su vida en Buenos Aires, ciudad en la cual se inspiró para escribir ‘Adán Buenosayres’, su mejor obra y por supuesto una de las más influyentes en la historia argentina

La preocupación por el país se extiende a lo largo y ancho de todos sus libros y tiene su punto máximo en la década del 30, mientras se producía el aura de varias obras dedicadas al tema de la identidad nacional: Historia de una pasión argentina de Eduardo Mallea, El hombre que está solo y espera, de Raúl Scalabrini Ortiz, Radiografía de la Pampa de Ezequiel Martínez Estrada son algunas de las escrituras que enmarcaban y ponían énfasis en la situación de los argentinos.

Marechal no se inclinaba hacia el nacionalismo copiado de los movimientos europeos ni tampoco elegía seguir el modelo americano que muchos novelistas del continente enseñaban. Se podría decir que, seguía los instintos y apelaba al sentir de un poeta y filósofo cristiano que hablaba de su patria como el “pueblo de Dios”.

También era un fuerte seguidor del justicialismo, movimiento político argentino encargado de separar las aguas entre los miembros del país por aquel 1944. Él mismo decía que sus ideales no eran populistas, sino populares, estableciendo un juego de palabras como lo ha hecho en muchas de sus obras.

Su definición de la Argentina mientras vivió era clara: la entendía como una comunidad evangélica destinada a hallar su rumbo a través de la conversión moral y religiosa. Así fue la mayor parte de su tan especial sendero recorrido. Uno atravesado fuertemente por la política y los libros, intentando volcar a través de sus dichos religiosos y de salvación aquellos recursos para hacer del país un lugar mejor.