El cine animado y su avance sobre los grandes temas sociales

Mientras el live-action repite fórmulas agotadas, la animación asumió los temas más complejos de la época —ansiedad, prejuicios, diversidad, duelos y adolescencias reales— usando la fábula para decir lo que el realismo no se anima.

Este fin de semana las carteleras de los cines argentinos estarán dominadas por la vuelta de Juddy Hopss y Nick Wilde. El estreno de Zootopia 2 es el evento comercial de la semana y promete llenar las salas de familias buscando entretenimiento. Sin embargo, quedarse en la superficie del “tanque navideño” de Disney sería un error. El regreso de esta franquicia policial no es un hecho aislado, es la confirmación de una tendencia que lleva tiempo gestándose y que en 2025 alcanza su punto de madurez: el cine animado ha dejado de ser solo entretenimiento escapista para convertirse en un espejo social incómodo. 

Mientras el cine de acción real o live-action parece atrapado en una crisis de creatividad, repitiendo fórmulas de superheroes agotadas o remakes sin alma, la animación tomó la posta del riesgo narrativo. Para poder ver discusiones serias sobre racismo, ansiedad, crisis existenciales o familias tóxicas no hace falta buscar en los dramas nominados al Oscar, con entrar a la sección “Infantil” de las plataformas como Disney, Netflix o HBO es suficiente.

Cuando la primera Zootopia llegó a los cines en 2016, el público esperaba una comedia de animales parlantes, pero se encontró con un thriller neo-noir cuyo trama era una alegoría de la manipulación institucional del miedo y exponía cómo el poder utiliza el prejuicio biológico para segregar poblaciones. Profundo.

La secuela que llega en este 2025 redobla esa apuesta. Al introducir reptiles en la ecuación social de la metrópoli de animales antropomórficos, Disney explora la figura del “extranjero absoluto”, aquel que no encaja en la norma mamífera hegemónica. La película utiliza la estructura del género policial (buddy cop) para mostrarnos un debate sobre integración y prejuicios inconscientes. Es la estrategía del “Caballo de Troya”: colores brillantes por fuera, sociología pura por dentro. Pero Zootopia no es la única en esta “cruzada”. Es solo otra más entre tantas otras que han utilizado la misma fórmula. 

Si Zootopia trabaja la convivencia social, otras franquicias han trabajado sobre el interior de uno mismo y la salud mental. El ejemplo más reciente es Intensamente 2 (Disney, 2024). En esta película Pixar entendió que la audiencia que había visto la primera ya había crecido y no bastaba con hablar de tristeza o alegría. Había que hablar de los miedos, la vergüenza y sobre todo la ansiedad. La representación visual de un ataque de pánico llevó el tópico a las mesas familiares e hizo más que los folletos médicos. Validó la experiencia de millones de adolescentes (y adultos) en todo el mundo y les dijo: “Lo que sentís es real y nos pasa a todos”. 

Lo mismo ocurrió en la vereda de enfrente, donde El Gato con Botas: El último deseo (DreamWorks, 2022), se alejó de una simple secuela menor para convertirse en una reflexión sobre la mortalidad y el miedo a morir. En la pantalla se veía a un héroe invulnerable hiperventilar ante la presencia de un Lobo que representaba a la Parca. 

La animación también buscó romper con los tabúes fisiológicos. Red (Pixar, 2022) utilizó la metáfora del panda rojo para hablar de la menstruación y la pubertad femenina. Mientras Hollywood se encarga de endulzar la adolescencia, una película animada se atrevió a mostrar hormonas descontroladas y la presión de las madres sobre sus hijas. La animación permite esa exageración visual (la madre convirtiéndose en un panda rojo gigante) que vuelve universal una experiencia que si hubiera sido filmada en live-action hubiera sido incómoda o de nicho. 

Por su parte, Sony y su Spider-verse animado que incluye Un Nuevo Universo (2018) y A Través del Spider-verso (2023) usó la revolución técnica y estética para hablar del sentido de pertenencia. Miles Morales no es otro Spiderman más, es un joven afro-latino tratando de escribir su propia historia en un multiverso que le dice que su existencia es un “error canon”. Los graffitis, las acuarelas, el estilo cómic y lo punk reflejan la identidad de cada uno de sus personajes y la fusión armoniosa entre todos esos estilos terminan por construir una “familia” a la que el protagonista pertenece, aunque sea único. 

Scott McCloud, teórico del cómic y uno de los impulsores de la historieta como medio de arte y expresión, ha explicado que cuanto más simple y caricaturesco es un rostro, más personas se pueden sentir identificadas. Si vemos a Marlon Brando o Meryl Streep llorando, vemos a esas figuras del cine. Si vemos a un robot animado que compacta basura y es fanático de los musicales de los años 50 buscando el amor (Wall-E, Pixar 2008) o a un juguete sentir que su dueño lo reemplaza por un juguete más nuevo (Toy Story, Pixar 1995) vemos a la humanidad entera. La animación debilita las defensas culturales de las personas. El espectador entra a la sala esperando reírse y sale con una reflexión. 

Cuando los créditos de Zootopia 2 rueden este fin de semana en las salas Argentinas, los niños saldrán hablando de la persecución de autos y los chistes del perezoso. Los adultos saldrán procesando algo más denso, más profundo. 

El cine de carne y hueso se volvió cínico y el de animación recuperó la fábula, y ésta dice lo que el realismo teme: la verdad más cruda sobre las personas. Zootopia nunca fue una ciudad imaginaria, es el mapa de las complejidades humanas dibujado con colores brillantes para que no duela al mirarlo. 

Alexis Mercado