Ángel Clemente Rojas, más conocido como “Rojitas”, es uno de esos futbolistas que trascienden más allá de las estadísticas. Nacido en 1944 en Sarandí, creció en una familia trabajadora, donde el potrero fue su primera escuela de fútbol. El fútbol argentino de los sesenta y setenta vivía un contexto de transformaciones, entre el impacto de la televisión, la consolidación de los torneos nacionales y la aparición de nuevas figuras que marcarían época. En ese escenario, Rojitas se convirtió en símbolo de potrero y gambeta, una representación de la picardía criolla dentro de la cancha.
Desde muy joven mostró un talento desbordante que lo llevó a probarse en River Plate, aunque nunca entregó la solicitud de inscripción. Ese episodio marcó su destino: sería Boca Juniors quien lo incorporaría en 1959 gracias a la recomendación del “Nano” Gandulla. A partir de allí comenzó una historia de amor inquebrantable con los colores azul y oro.
Su debut en la primera división llegó el 19 de mayo de 1963, en un Boca–Vélez que lo mostró con la frescura y el atrevimiento de un chico de 18 años dispuesto a gambetear a cualquiera. La prensa deportiva no tardó en hacerse eco: una portada de El Gráfico lo bautizó como “El Nene de Oro”, confirmando que había nacido un nuevo ídolo.
Su carrera no estuvo exenta de obstáculos: graves lesiones en ligamentos y meniscos lo alejaron de las canchas en momentos clave, y una convocatoria efímera a la Selección Argentina lo dejó con la sensación de haber tenido un ciclo más breve de lo esperado en la escena internacional. Sin embargo, su vínculo con Boca Juniors fue indeleble: conquistó cinco títulos entre 1964 y 1970, fue protagonista de Superclásicos memorables y se ganó la idolatría de generaciones de hinchas.
Más allá de las estadísticas, lo que lo distinguió fue el magnetismo con el público. Su estilo irreverente, las jugadas improvisadas y la capacidad para aparecer en los momentos decisivos lo colocaron en el corazón xeneize.
Hoy, una estatua en el Museo de la Pasión Boquense lo recuerda como uno de los jugadores más queridos de la historia azul y oro. La historia de Ángel Clemente Rojas, entre potrero y gloria, es la de un fútbol que ya no existe. Gambeta, rebeldía, títulos y humanidad: en él se condensa un tiempo en que la pelota era arte y los ídolos surgían de la simpleza.