La cultura de la cancelación o la cancelación de la cultura

En Sudamérica está el mejor público del mundo, pero también el mayor riesgo financiero. Cuando los números no cierran, Sudamérica es la primera región que desaparece del calendario. Una paradoja que revela la fragilidad estructural del espectáculo global.

El anuncio siempre tiene el mismo formato: un comunicado en fondo negro, letras blancas y palabras como “circunstancias imprevistas”, “problemas logísticos” o “cansancio extremo”. Para el fanático argentino, brasileño o chileno, la historia es conocida: la gira mundial se hace en Europa, se completa en Norteamérica, pero cuando tienen que bajar al sur, el show se cancela. 

Cuando una superestrella pospone un show en Estados Unidos, mueve la fecha dos semanas. Cuando lo pospone en Sudamérica, cancela el continente entero. No es mala suerte, es que Sudamérica se ha convertido en la región más vulnerable de la industria del entretenimiento en vivo. Pero, ¿qué factores convierten a nuestro continente en el primer descarte a la hora de ajustar los números? 

La economía de la región

El primer factor es inevitablemente económico. Para un artista internacional, cobrar un cachet en Argentina o Brasil implica una ingeniería financiera compleja. Con monedas volátiles y restricciones cambiarias, los productores locales asumen un riesgo monumental. Si entre la firma del contrato y la fecha del show existe una devaluación brusca (moneda corriente en la región) la rentabilidad del show desaparece por completo. Para las grandes agencias internacionales, como Live Nation o AEG, cancelar un tramo sudamericano es menos costoso que arriesgarse a operar con tipos de cambios inestables. A diferencia de Europa o Asia, donde la ganancia es predecible, aquí es una apuesta. 

La geografía del “Fin del Mundo”

El mapa no miente. Logísticamente, Sudamérica es una pesadilla para las giras masivas. Mover toneladas de equipo desde México o Estados Unidos hasta Santiago, Buenos Aires o San Pablo, requiere fletes aéreos o marítimos muy costosos. En Europa un artista puede tocar en cinco países distintos en una semana moviéndose en buses de gira. En Sudamérica, las distancias son continentales y los vuelos obligatorios. Si la venta de entradas no es explosiva, la ecuación de costo de traslado versus ganancia por ticket simplemente no cierra. 

El factor “burnout”

Hay un patrón temporal cruel: el tramo sudamericano casi siempre se programa al final de las giras mundiales, después de meses de recorrer el hemisferio norte. Es aquí donde entra el factor humano. Artistas como Justin Bieber, Shaw Mendes o recientemente Morrissey, han cancelado sus tramos latinos citando “agotamiento” o “salud mental”. 

Al estar al final del calendario, Sudamérica es la variable de ajuste. Si el artista está cansado, enfermo o simplemente quiere volverse a su casa, cortar el tramo sur es la decisión más fácil: está lejos, es caro y es el final del ciclo. 

Los reincidentes

La historia tiene sus villanos recurrentes. El caso de Morrissey es paradigmático: ha cancelado sus shows en la región tantas veces que se ha vuelto un meme cruel entre sus seguidores. Pero no es el único. Bandas como Blink-182 (que pospuso sus presentaciones en la gira de Lollapalooza por una lesión) demuestran que la fragilidad del compromiso con la región es alta. 

Mientras el público sudamericano sigue siendo catalogado como “el mejor del mundo” por su pasión, la industria lo trata con la frialdad de una planilla de Excel. Hasta que la estabilidad económica y la logística de la región no mejoren, seguiremos mirando de reojo cada anuncio de gira, esperando que ese temido comunicado de letras blancas sobre fondo negro no aparezca. 

Alexis Mercado