Dos proyectos ambiciosos se estás llevando a cabo en la ciudad de Rosario, gracias a dos ex jugadoras de voley que buscan involucrar valores y oportunidades de la mano de este deporte. Andrea Cima, de 49 años, es la protagonista de uno de los casos. Su historia con el voley empezó desde muy chica, cuando conoció esta actividad a través de un programa impulsado por el municipio para las comunidades vecinales alejadas de la parte urbanizada de la ciudad. Luego pasó por distintos clubes hasta llegar a Central Córdoba.
Ya recibida como entrenadora nacional de vóley, comenzó a dar clases a adultos: Sin embargo, Andrea cuenta que trabajando en escuelas de barrio se dió cuenta del gran potencial que tenían los chicos. Decidió presentar un proyecto en Central Córdoba basado en la inclusión deportiva y fomentar al deporte desde un pensamiento más social.
Así se crea la Liga Formativa de Voley, que busca incluir a personas que no tienen edad suficiente para jugar al maxivoley pero que tampoco pueden participar de torneos federados. “Armamos una red para que en un futuro los chicos puedan obtener a cambio una salida laboral”, comentó Andrea. “Los chicos se iniciaban como árbitros o entrenadores,que representaba una salida diferente respecto a su entorno”, aseguró.
Durante el primer año, eran 20 jugadores. El segundo año llegaron a ser 80, hasta que pudieron armar dos tiras, una únicamente de varones y la otra únicamente de mujeres en un club que solo tenía maxi voley recreativo.
“Para nosotros es un logro que los chicos salgan de la calle y apuestes a terminar la secundaria o iniciar algún profesorado”, señaló. La idea que tenía Andrea fue la de armar un espacio donde se genere un sentido de pertenencia, vínculos y valores dentro del vóley. “Nos exigieron formar categorías en cierto plazo y equipos con nivel competitivo”, describe sobre su tarea.
El plan era incluir a quienes quedaban por fuera del sistema, ya que el vóley es un deporte caro al cual no todos puedan acceder, así que en un principio no se cobraba ningún tipo de cuota, sin embargo, luego tuvieron que poner una de ocho mil pesos para poder conservar el espacio que les brindaba el club.
Esta ex-jugadora y actual entrenadora, resalta la propuesta que obtuvieron diversos chicos desde otros clubes y la decisión de ellos en quedarse y seguir compartiendo con sus compañeros.
En el norte de Rosario, Fabiana Di Fazio, de 50 años, se encarga de llevar a cabo un proyecto que busca armar una gran familia de voley. “Empecé a jugar al vóley a los 9 años. Llegué a ser preseleccionada para la selección. Pero a lo largo de mi vida aprendí muchas cosas más allá de lo técnico y lo táctico y eso es lo que pregono en mis entrenamientos», explicó.
También dijo que es administradora de empresas y entrenadora de vóley. Además de tener una diplomatura en Liderazgo y Gestión de Entidades Deportivas en la Universidad de Rosario, posee varios títulos de cursos y capacitaciones que llevó a cabo.
Así llegó al Club Social y Deportivo San Martín, en donde desarrolló un proyecto que busca darle a las personas que se acerquen un proyecto de vida a través del deporte y alejarlas del desapego y la alienación que generan las tecnologías. «En el San Martín empecé con 20 jugadoras y hoy hay 120 para un total de cuatro categorías”, expresó.
“Mientras estuve ahí hicimos campañas de vacunación, no solamente para los socios sino para el barrio; también ofrecíamos charlas deportivas con médicos y psicólogos del centro de salud 12 de octubre; también capacitamos sobre alimentación, peligro de bebidas energéticas, detectar ataques de pánico, ansiedad y la importancia del descanso pre competitivo», señaló.
Desde principios de septiembre, en la Cooperativa 12 de octubre, desarrolló un proyecto llamado “Vóley Ankaa”, luego de dar por finalizado su ciclo en San Martín. Di Fazio remarcó que el enfoque está en una tarea más allá de lo deportivo y busca generar una comunidad que sea capaz de generar lazos a través del vóley. Puntualiza que sus entrenamientos son en base al respeto y desde la empatía.
Además resaltó que lo económico no es impedimento para poder entrenar con ella en la cooperativa: «La vida en comunidad es lo que me gusta. Por eso si viene un chico y no tiene dinero para jugar, en nuestro grupo nadie se queda afuera por una cuestión económica, que hoy en día es muy complicado. Los tiempos que corren son muy violentos en todos los planos. Hay que darle la vuelta a las palabras fuertes como fracasos, frustraciones y éxito».
Luna Leszkiewicz, 2° B, turno mañana