Daños emocionales: ¿qué son las heridas de la infancia y cómo prevenirlas?

Con el avance de la psicología se ha comprobado la existencia de factores que afectan a los niños, de manera que desarrollan diversos comportamientos como […]

Con el avance de la psicología se ha comprobado la existencia de factores que afectan a los niños, de manera que desarrollan diversos comportamientos como forma de defensa.  Romina Subin es psicóloga especializada en Psicología Infantial, y conversó con Pirámide Invertida para explicar de qué manera se impulsan estos comportamientos por parte de los allegados a los niños y cómo detectar los errores que se cometen.

1. ¿Qué se puede entender como heridas de la infancia?

– Estas pueden ser entendidas como daños emocionales, los cuales dificultan a los niños para tener una infancia plena, afectando de manera directa sus relaciones personales. Tanto es el agravio que repercute en la edad adulta de ellos.

2. ¿Cómo se originan?
-Las heridas a nivel emocional se originan a base de una o varias experiencias negativas traspasadas por el niño. Pueden deberse a un ambiente traumático en lo familiar o interpretaciones no bien desarrolladas, donde asume de forma inmadura lo que ocurre en su entorno. Por esa razón son cinco las heridas, de tal modo que se diferencian de una manera clara las situaciones que marcan al nivel de dejar una huella.

3. ¿Cuáles son las heridas?
-En primer lugar se encuentra la herida de rechazo. Es la lesión afectiva más profunda, ya que los niños experimentan la sensación de no ser aceptados como son, ya sea sus pensamientos, actitudes o aspectos físicos, instalando dudas e inseguridades en ellos. Por consiguiente, adoptan distintos mecanismos de defensa para sentirse a salvo ante los demás. No obstante, el acto de huir es el más frecuente, dado que cuando alguien o algo los hace sentir rechazados, se aíslan, no quieren ver a nadie, incluyendo a personas que tienen en cuenta que existe un lazo afectivo. Desarrollan el pensamiento del rechazo completo, que todos son los que «juzgan» y que por eso no pertenece a ese sitio.

La segunda herida es la de abandono. Acá se encuentra la falta de afecto en sus relaciones personales. La ausencia de los padres, por diversos motivos, desarrolla una dependencia emocional en los niños, ya que al no sentir su compañía, apoyo o afecto, sea físico o emocional, ellos buscarán cualquier forma de suplir ello y aborrecerán la soledad, odiando así la idea de quedarse solos. Harán todo lo posible para que el otro no se vaya de su lado. Llevarán a cabo actos que llamen la atención de los demás y evitarán darle fin a sus relaciones, por más difíciles que puedan tornarse.

La tercera es la herida de la humillación. Es desarrollada a base de situaciones donde se ridiculiza o se avergüenzan a los menores. Podría decirse que es similar a la herida de rechazo, dado que acá también sufren por la desaprobación y crítica de los padres, afectando así sus autoestimas. Como consecuencia, los niños dejarán de lado sus necesidades, desarrollarán una personalidad dependiente y se preocuparán completamente en los demás con tal de complacerlo con lo que sea. Sentirá culpa y vergüenza, por lo que habrá siempre algo que lo impida aceptarse y cuidarse, razón por lo que le es más fácil centrarse en los demás.

 

La cuarta es la herida de traición. Parecerá algo simple, pero se instala cuando le prometen algo al niño y no lo cumplen, ya sea desde un juguete nuevo o realizar una acto en conjunto. Si estas situaciones son repetitivas, los niños tenderán a aislarse y, a raíz de ello, ser desconfiados, de ahí que intentarán controlar lo que ocurre a su alrededor para anteponerse al peligro y no obtener sorpresas indeseadas. Llegará un punto donde les dará miedo que les mientan y podrían ser muy exigentes en sus relaciones a la raíz de ello.

La última herida es la de injusticia. Probablemente sea la más difícil de aceptar en algunos lugares, ya que los métodos de enseñanza se han mantenido enmarcados por estas actitudes durante varios años. El autoritarismo en la educación, adjuntado a la frialdad en la relación afectiva, provocarán que los niños se sientan inútiles ante una presión constante, donde se los exige de más para «producir más», lo cual obtiene en la mayoría de los casos un efecto rebote. Ellos procederán a esconder sus sentimientos, más allá de la sensibilidad que experimentan. En cierto punto coincidirán con el nivel de exigencia que les imponen sus padres, porque piensan que valoran a sus personas por lo que es capaz de hacer y no por lo que es, razón por la cual temerán comprometerse por miedo a la equivocación.

4. ¿Qué aspectos deben tener en cuenta las personas que conviven con niños?
La educación respetuosa es lo fundamental, ya que es la única manera en la cual el niño podrá sentirse pleno y los adultos sabrán que le están brindando lo mejor. Fomentar la tolerancia, la paciencia, la empatía y confianza, acompañado con el afecto que deben recibir, creará a seres humanos que en sus años posteriores podrán llevar a cabo relaciones mucho más fuertes y asimismo contribuir al crecimiento de sus pares.