Revisitando «Crepúsculo»

En época de cuarentena donde el tiempo que se pasa en el hogar es mucho mayor al habitual, es bueno tener alternativas de entretenimiento que […]

En época de cuarentena donde el tiempo que se pasa en el hogar es mucho mayor al habitual, es bueno tener alternativas de entretenimiento que no impliquen una pantalla. Por ese motivo, hoy revisaremos la popular obra de Stephanie Meyer, Crepúsculo, el primer libro de una saga que incluye tres más.

Esta es la historia del romance entre Bella y Edward. Pero olvídense de las estereotipadas historias de amor vampiresco, ya que habría que inventar un género para poder categorizar Crepúsculo de forma acertada. El libro está indicado como para adultos jóvenes, pero tiene la habilidad de cruzar las barreras etarias y puede ser disfrutado tanto por adolescentes como adultos mayores.

La historia es narrada en primera persona desde la perspectiva de Bella, lo que significa que el lector sólo sabe lo que ella sabe, haciendo de Edward y su familia de vampiros “vegetarianos” un misterio que se va desenrollando paulatinamente a lo largo de todo el libro. La familia Cullen, integrada por Carlisle, Esme, Rosalie, Alice, Emmet y Jasper tiene tantos elementos a descubrir que deja al lector siempre sediento de más conocimiento e información acerca de sus integrantes. Bella, por otra parte, está lejos de ser un personaje intrigante pero tiene un componente de timidez y, al mismo tiempo, sarcasmo al expresar esa timidez, que hace a un realismo admirable.

El libro está escrito con una sencillez hermosa. Tiene un estilo que contrasta mucho con autores como, por ejemplo, Stephen King en su manera de describir los alrededores y lo pausado de estas descripciones. Mientras el estilo de King es más meticuloso y detallado, Meyer le da a su historia una muy fresca y muy juvenil mirada al contexto en el que se producen las situaciones del libro. Las descripciones de Forks, el pueblo en el que vive Bella, hacen al lector muy fácil sumergirse en la historia y casi poder percibir el húmedo aire o escuchar el golpeteo de la lluvia contra el techo de la casa.

El romance entre Edward y nuestra protagonista es intenso y cautivador. Hay una cierta melancolía en la utopía que es la relación, pero la autora hace un trabajo fantástico en lograr que el lector genere una empatía con Bella y que sienta la misma desesperación abrumadora que la inunda a ella por hacer funcionar el noviazgo. Por otro lado, la relación con su padre Charlie muestra una faceta distinta de la joven, más madura y prudente, que contrasta con la frenética y pasional que emerge cuando está con su novio y con la insegura, tímida y nerviosa que aparece en presencia de los familiares del vampiro. Edward, por su parte, aparece en todo momento como una figura modelo de prudencia y autocontrol. A medida que progresa la historia, su personaje se va acomodando en una posición un tanto incómoda en torno a Bella. Su actitud de constante preocupación por contener los impulsos generados por su sed de sangre, sumado a que es 100 años mayor que ella (aunque congelado en su aspecto de adolescente) hace que adquiera por muchos momentos un rol paternal hacia la energética adolescente,  una dinámica interesante que añade a la historia.

Como no podía ser de otra manera, el libro cuenta también con su buena porción de acción. El hecho de que se trate de un relato de vampiros implica indefectiblemente una serie de conflictos de tipo ideológico. La elección de la familia Cullen de vivir entre humanos y consumir únicamente sangre de animales hace que choquen en algunas ocasiones con vampiros que no comparten esta decisión y se den situaciones en las que la familia debe defender a la débil e indefensa, o, puesto de otra manera, a la humana Bella.

Se describió alguna vez a Crepúsculo como “una historia de vampiros para la gente a la que no le gustan las historias de vampiros” y seguramente hay mucho de eso. La complejidad de la historia y el vaivén emocional que experimenta el lector hace que el aspecto sobrenatural casi pase a segundo plano y sea un elemento más de la historia de la vida de Bella. La obra tiene realmente algo para todos y todas. Los amantes de las historias de vampiros, de las historias de amor, de las historias de acción, todos pueden encontrar un elemento atractivo que los enganche en Crepúsculo.

Con más de 500 páginas, el libro es bastante largo para ser una novela de este género, pero termina siendo una bendición porque, como todas las obras brillantemente escritas, al leerlo se disfruta tanto que no se quiere llegar al final.

 

Francisco Gazzaniga,
2do B Turno Noche.