Marcelo “El Toro” Domínguez: “Mi vida empieza y termina en el gimnasio”

Marcelo Domínguez, campeón del mundo en la categoría crucero entre 1995 y 1998 del Consejo Mundial de Boxeo, con cinco defensas exitosas, repasa a la distancia una […]

Marcelo Domínguez, campeón del mundo en la categoría crucero entre 1995 y 1998 del Consejo Mundial de Boxeo, con cinco defensas exitosas, repasa a la distancia una carrera exitosa y un presente también ligado al boxeo. En diálogo con Pirámide Invertida, el Toro se sube al ring y responde todo.

¿Cómo fueron tus inicios en el boxeo?

Me inicié en el boxeo para estar bien físicamente, quería bajar de peso. Fui con unos amigos a un gimnasio donde empecé a practicar boxeo. La cuestión es que me enganché y no lo largué más. Tenía 15 años.

¿Quién te apodó “El Toro”?

Me decían así casi todos en el gimnasio donde hacíamos la preparación física, más que nada por la forma que tenía de trabajar ya que entrenaba. En realidad, empezó llamándome así uno de los chicos. Un viernes que estábamos jugando a la pelota, choqué con él y voló como 20 metros. Se enojó y me empezó a decir: “para, venís corriendo como un toro, sos un animal”. Todos se rieron y ese fue el bautismo, a partir de ahí ya quedó.

¿Qué se siente haber sido campeón del mundo?

Es difícil decir qué se siente. Creo que desde que empecé a boxear me preparé para ser campeón del mundo, es decir, me hice la idea de llegar a hacer algo y lo logré. Si vamos a lo superficial, te sirve para mucho, te abre puertas. Para mí fue algo natural.

¿Creés que supiste manejar las mieles del éxito?

Se va aprendiendo. El problema es cuando te equivocás, cuando te confundís vos como persona. Yo creo estar bien parado, sé quién soy, lo que tengo que hacer y cómo debo manejarme. Siempre fui igual, nunca cambié, eso jugó a mi favor.

¿Qué te ha enseñado la derrota en el ring?

Se aprende a mirar las cosas desde otro ángulo. No reniego de mis derrotas ya que en ese momento hice lo que pensé que estaba bien. Cuando las cosas no salen, uno aprende a mejorar y a entender que debe cambiar algunas cuestiones.

¿Eras de tener cábalas cuando boxeabas?

No, para nada. No soy cabulero ni creo en la mala suerte. Soy sencillo en ese sentido.

¿Cuál creés que fue la mejor pelea de tu carrera?

Pondría a la de Nikolai Valuev por lo que me pasó a mí internamente con esa pelea. Me agarró en un momento de mi vida en el que ya me quería ir, donde no me había entrenado al 100% y me enfrentaba a un grandote de 2,18 metros. Aún así, perdí el combate porque me lo robaron.

¿A quién seguís hoy por hoy en la categoría crucero?

Sinceramente, a nadie, ni siquiera sé quién es el campeón actual. Hoy por hoy estoy alejado del tema y de lo que es el boxeo profesional ya que me volqué más al amateurismo. Además, a pesar de que peleé en esa categoría no soy de mirar mucho.

¿Qué implicó y cómo fue el cambio de categoría a pesado? ¿A qué respondió?

Yo estuve mucho tiempo sin cuidarme, por la edad y porque pensaba que ya no iba a pelear más. Pero decidí volver. Por ahí si lo hacía en crucero no iba a estar cómodo físicamente y por eso retorné en pesado.

Volviste a combatir en 2013 tras seis años de inactividad, ¿por qué?

Es cierto, tuve un doble retiro. Creo que volví un poco para matar el indio que me quedaba adentro, había un resto que tenía que sacar. Y lo agradezco porque hoy por hoy no tengo la más mínima gana de subirme a un ring. También llegó el momento del adiós porque estaba cansado de lastimarme. Cuando tuve una quebradura en la mano y me tuvieron que poner unos clavos dije basta.

¿Qué es Atlanta Boxing Club para vos?

Soy una persona que está agradecida al club porque me abrió las puertas desde primer momento sin pedirme nada a cambio. La verdad que hoy es parte de mi casa, ahí emprendí mi sueño de entrenar a jóvenes.

¿Qué es lo que más te gusta de entrenarlos? 

Los entreno desde hace muchísimo tiempo, desde 1998. A mí me gusta más la parte de corregir tácticamente que la de enseñar. Me da más satisfacción agarrar boxeadores que tengan errores y pulirlos. Muchos suelen decir que boxeador no se hace sino que se nace, y yo soy una persona que piensa totalmente lo contrario.

¿Qué es lo más importante que buscás transmitirles?

Más que transmitirles algo, hay que calmarlos, enseñarles que todo tiene su tiempo. Tenemos que llevarlos de a poco e inculcarles que no todo pasa por si sos un buen boxeador o no. Eso se consigue con entrenamiento y constancia, por otro camino no se logra.

Editaste un libro en 2011 sobre tus memoria deportivas, ¿cómo fue ese proceso?

La verdad que fue algo muy lindo, hacer algo así es maravilloso, sobre todo porque la mayor parte de la gente que vio las peleas no sabe en qué situación estaba uno en el momento de subir al ring. El claro ejemplo es cuando combatí con una costilla rota. El público no conoce los entretelones y por ahí se crean su propia película.

¿Qué significó el haber terminado el secundario a tus 48 años?

Sí, lo terminé hace poco. Comencé a estudiar en el 2016 y por suerte lo pude concluir. La verdad que me enganché y ahora estoy tratando de hacer otras cosas referidas a lo deportivo para continuar con el estudio. He hecho cursos y dado charlas en la Asociación Argentina de Psicología del Deporte, por ejemplo.

Dijiste una vez: “Las puertas de mi gimnasio están abiertas para todos los que quieran ser alguien”. ¿Quién es Marcelo “El Toro” Domínguez?

Un hombre que logró ser alguien. A mí el deporte como profesión me ayudó muchísimo, además de la gente de mi entorno y mi familia. Creo que todas estas cosas fueron y son muy importantes. Mi vida empieza y termina en el gimnasio.

 

Por Juan Jarupkin y Andrea Rojas 2do “A”