Entre el deseo y la realidad

El lunes 25 de junio del 2007 el partido de vuelta por la promoción a Primera División entre Tigre y Chicago, jugado en Mataderos, no […]

El lunes 25 de junio del 2007 el partido de vuelta por la promoción a Primera División entre Tigre y Chicago, jugado en Mataderos, no pudo terminar debido a los terribles y lamentables desmanes que resultaron en el asesinato por un piedrazo de un simpatizante del cuadro de Victoria y decenas de heridos.

Desde ese día, los encuentros en las categorías menores se disputan sólo con la parcialidad local. A excepción de la temporada 2011-12 cuando River disputó la B Nacional y revolucionó la categoría, lo que obligó a levantar la prohibición.

Esta triste situación para los hinchas y socios de los clubes, también para los protagonistas que no cuentan con el aliento de los suyos al salir al campo de juego, parece haber empezado a cambiar.

El pasado martes 28 de agosto, por la tercera fecha de la B Metropolitana, el choque entre Estudiantes (B.A.) y J.J. Urquiza se disputó con ambas parcialidades. Más de 10 años pasaron para que un encuentro de aquella divisional tenga dos colores en sus tribunas.

El colorido marco que tuvo el clásico de barrio y debería ser cotidiano en el fútbol argentino, fue una extrañeza; grande como para que el presidente de la AFA lo destaque en su cuenta de Twitter: “Después de 52 años se enfrentan Estudiantes (B.A.) y J. J. Urquiza por un torneo oficial. Y también luego de mucho tiempo hay público visitante en un partido de Primera B, dando de esta manera un nuevo paso para la vuelta de las familias a las canchas.!!”

Más cerca en el tiempo, el último fin de semana, la gente de Villa Dalmine pudo acompañar a los dirigidos por Luis de La Riva a San Martin para enfrentarse a Chacarita. En esta ocasión, la división fue la B Nacional. En ninguno de estas dos ocasiones se vieron disturbios, lo que seguramente alentará a los dirigentes a fomentar el regreso de los visitantes al ascenso, ya que en la Copa Argentina este problema no ocurre.

“La vuelta de las familias a la cancha” fácilmente se cae de la boca de quienes dirigen el fútbol en la Argentina. Ese mismo argumento esgrimió Raúl Gámez, ex presidente de Vélez, cuando en el 2002 enumeró los beneficios de jugar sólo con público local: “Se evitaría el cruce de las barras, se bajaría lo que se paga en operativos policiales, se ahorrarían los costos de los micros y volvería la familia a los estadios”.

Pero nuevamente los socios y simpatizantes dependen de la puja de intereses de los que cuentan con el poder. Mientras que el mandamás de Viamonte 1366 infla el pecho en sus redes sociales y su vocero Daniel Ferreiro, quien fue presidente de la B Nacional, declaró que buscarán encarar el 2019 con visitantes en todas las categorías; la Ministra de Seguridad Bullrich se hizo presente en La Bombonera en la víspera de Superclásico y le puso un freno al deseo de ver en todos los partidos dos hinchadas: “Se están dando pasos importantes para que la gente este cada vez más segura. Todavía falta mucho. Las entradas no son nominales y eso es responsabilidad de la Superliga.”

Los mandatarios de la Asociación del Fútbol Argentino junto a los Gobiernos Nacionales y Provinciales, deberán unificar sus ideas para, de una vez por todas, buscar erradicar la violencia en las canchas. Ha quedado demostrado durante todo este tiempo que prohibir a los visitantes no es la solución, ni seguir a tu equipo a todos lados es un crimen.

Por Darío Bonnín, Iván G. Furman, Germán Roca.