El piquete, ese hábito ciudadano que cosecha más fastidio que adhesiones

En el microcentro de la Capital de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en los últimos años se profundizó la tendencia de realizar piquetes por […]

En el microcentro de la Capital de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en los últimos años se profundizó la tendencia de realizar piquetes por distintos motivos en lugares donde el movimiento humano es mayor que en otros puntos de la ciudad. Estos se efectúan por ejemplo en el cruce de la avenida Corrientes con la 9 de Julio, o en esta última y Avenida de Mayo, o frente al Congreso de la Nación, entre otras zonas.

Debido a estas masivas y constantes interrupciones del tránsito se ven aquejados peatones que o trabajan por la zona, o viven cerca de esos lugares o solamente transitan esas áreas congestionadas.

Para ver cómo pensaban y actuaban los que se ven afectados, Pirámide Invertida buscó el testimonio de algunos transeúntes frecuentes del lugar. Un oficinista cuyo trabajo se ubica en Corrientes y Cerrito (a una cuadra del Obelisco) explicaba: «Me afecta cuando tengo que ir a clientes, y para no tener problemas salimos antes de la oficina para tener tiempo por si sucede algo fuera de lo previsto». Además, Adrián hizo referencia a la situación de sus compañeros: «Los chicos (compañeros) que no pueden venir caminando a la oficina, los días en que hay paros o manifestaciones y que cortan todo, hacen «home office»». Por último, resalta la diferencia entre los que viven cerca y los que residen en puntos lejanos a los piquetes: «A los que viven en el microcentro, la verdad es que las manifestaciones casi que no los afectan, porque vienen en subte, y cuando éste no funciona, trabajan desde su casa».

Pirámide Invertida buscó respuestas de los trabajadores que sufren de los reiterativos cortes de calle. Otro de ellos señalaba: «Los piquetes me molestan, no tanto a la hora de ir a trabajar sino durante el horario de trabajo, porque estoy muy cerca de Plaza de Mayo y a toda hora cuando hay manifestación o algún corte, tengo bombas de estruendo, bombos, gente gritando a toda hora del día y me las rebusco cerrando las ventanas, para que no pase tanto ruido». Matías, además, nos explicaba no sólo cómo es el momento en el que está en la oficina sino también cómo tiene que actuar en el momento en que tiene que salir del trabajo: «A la hora de salir tratamos de irnos lo antes posible. Cuando hay una manifestación programada por lo general entramos antes al trabajo y nos vamos lo más rápido que podemos para después evitar la cantidad de gente que viaja y todo el lío que se arma por esta zona. Es la forma en que nos rebuscamos para tratar de paliar a las manifestaciones que hay por acá, por el centro».

También dijo lo suyo un joven trabajador de 22 años, Bautista, que a pesar de su poca experiencia en el ruedo dejó su mirada al respecto: “Creo que por lo general casi todos los reclamos son legítimos y validos e incluso soy de los que creen que está bien que la sociedad haga valer sus derechos y proteste por ellos, pero lamentablemente, muchos de estos reclamos no son realizados de una forma organizada ni controlada por nadie. Esto lleva al corte total de muchas calles y avenidas importantes, haciendo imposible llegar a trabajar, estudiar, etc. Algo que a mí y a la mayoría de las personas afecta directamente. Como tampoco veo bien cuando se destruye espacios públicos como forma de expresar el descontento de los manifestantes. Como por ejemplo las pintadas, quema de gomas, romper veredas, vidrieras, etc. Se toma como primera opción el corte, o la toma de espacios públicos, cuando debería ser la última”.

Habrá que ver cuál sería una solución que deje conformes tanto a los manifestantes, que buscan la respuesta ante un problema, como a los directamente perjudicados por su forma de reclamar.

Schwartzman Juan y Somma Eduardo