Milagros en soledad

Milagros Carrasco Pini, oriunda de Capital Federal, sorprendió al mundo de la gimnasia cuando en marzo de 2014 ganó tres medallas en los Juegos Suramericanos […]

Milagros Carrasco Pini, oriunda de Capital Federal, sorprendió al mundo de la gimnasia cuando en marzo de 2014 ganó tres medallas en los Juegos Suramericanos de Santiago de Chile. Parecía que nada podía detenerla, a su energía y a su sonrisa. Sin embargo, no siempre basta con la excelencia durante la performance para alcanzar lo más alto: el camino hacia la cima es lo más difícil de lograr.

Milagros ingresó dentro de uno de los proyectos del ENARD lanzados en 2011(novedoso para todos los deportistas argentinos deseosos de perfeccionarse) que le brindó la posibilidad de especializarse durante tres años en Toledo, Brasil, para terminar en lo más alto de los Juegos ODESUR 2014. Pero no todo fue positivo ya que allí fue cuando experimentó el quiebre emocional que luego llevó a su abandono del deporte.

“Me fui tres años, mejoré muchísimo, pero el hecho de estar lejos de mi familia, el estudio y no tener otra cosa en qué pensar que no sea la gimnasia comenzó a fastidiarme. Entrenaba desde las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde, siempre en el mismo gimnasio. Hasta comíamos ahí mismo y toda esa situación me saturó”, cuenta con mucho pesar al hablar.

Después de su experiencia en un país que le era ajeno, decidió volver a la Argentina para continuar con su carrera. Pero el regreso no le fue suficiente: “Yo estaba realmente muy cansada. A mi ya no me gustaba entrenar o competir, sufría mucho y el único apoyo que tenía era el de mi familia y de Paula Fergo, que es una de las  metodólogas del ENARD. Las entrenadoras de Argentina no estaban de mi lado ya que al irme a perfeccionar a otro país, lo tomaron como una traición en lugar de verlo como una mejora para la rítmica argentina, que a mi parecer cada vez está peor”.

A cuatro meses de los Juegos Panamericanos de Toronto, en dónde defendía la medalla de bronce que había logrado en Guadalajara 2011 en cinta, y luego de 18 años de entrenamiento (12 de ellos dentro de la Selección) la joven gimnasta decidió retirarse en marzo del 2015. No por falta de habilidad o condiciones. Había algo que el deporte no traía en sí mismo, que era externo y que realmente necesitaba. Hoy lo cuenta:  “Me arrepiento de no haberme dedicado más todavía porque yo creo que si hubiera tenido alguien más presente, del lado de una entrenadora, que me inculque un poco más ir a los Juegos Olímpicos, las ganas de querer estar más arriba y demostrarme que hay un montón de cosas positivas de llegar a un Juego Olímpico, que no era tan imposible, le hubiera dedicado más. Yo hoy en día creo que si le hubiera puesto más énfasis al objetivo, no en cuanto a horas de entrenamiento, hubiera llegado. Necesitaba más apoyo en cuanto al objetivo, me sentí sola. Por eso me fui”.

El problema de Milagros Carrasco Pini no fue la gimnasia artística, tampoco ella. Era todo lo que la rodeaba y no podía controlar. A pesar de esto, no guarda rencor frente a lo transcurrido. Por el contrario, pudo superarlo para brindarle lo mejor al deporte. Y así lo describe: “Hoy trabajo como entrenadora de un grupo de 6 años, otro de 9 años y de mayores en Gymnastic, un club de Balcarce y lo hacemos en el CENARD. Mi relación con la gimnasia rítmica sigue vigente. Además entreno con el equipo de gimnasia del Romero Brest, en donde estudio para ser profesora de Educación Física. También sigo yendo al CENARD a entrenar como atleta”. Y agrega: “Apenas me retiré estaba bastante enojada, acepté la propuesta como entrenadora solamente porque era trabajo. Pero hoy soy feliz y es lo que quiero en un futuro. No sé si como entrenadora de la Selección, pero quiero seguir con el alto rendimiento”.

No todo son malos recuerdos para ella. Con la energía positiva que desborda constantemente, narra cómo fue su experiencia en Río de Janeiro y la relaciona con su pasado: “Tuve la posibilidad de ir a los Juegos Olímpicos Río de Janeiro como espectadora y me agarró una sensación de nostalgia, de pensar que podría estar ahí compitiendo y que hoy estoy del otro lado. Me agarró una sensación de arrepentimiento de haber dejado, pero  si sucedieron así las cosas fue por algo. Todavía tengo guardadas las medallas que gané y la felicidad de saber que me dediqué y entrené mucho para ellas. Siempre me van a marcar como alguien importante”.

Por Estefanía de Beláustegui y Alberto Macri